Monseñor Luis Arguello, ¿un mirlo blanco?

Mons. Luis Argüello.
Mons. Luis Argüello

Es posible que el obispo auxiliar de Valladolid, desde ayer Secretario General de la Conferencia Episcopal, monseñor Luis Arguello, sea para muchos un desconocido.

Quizá un par de referencias de su biografía puedan ayudar a entender mejor a un obispo que, para el cargo que se le ha designado, puede llegar a convertirse en una especie de mirlo blanco para la Iglesia en España.

Es cierto que determinadas noticias sobre la elección, que dividen el mundo entre buenos y malos, entre los míos y los otros, entre los del Papa Francisco y los de Pío X, producen el efecto de sembrar la sospecha sobre si los obispos han elegido a monseñor Luis Arguello por ser quién es, por sus cualidades para el cargo, o lo han hecho para que no saliera otro candidato. Dejémoslo ahí de momento porque la clave no está, en muchas ocasiones, en los medios sino en quien los alimenta.

Un dato significativo de la elección es la, llamémosla, “ventaja competitiva” que monseñor Arguello tenía sobre los otros dos candidatos de la terna por el hecho de ser obispo. Una ventaja con la que se ha jugado electoralmente con alguna indicación de que este criterio no llevaba solo una firma.

Pero lo que está claro es que la biografía personal del nuevo Secretario General encaja a la perfección con lo que se pide para ese cargo, y para el de portavoz que probablemente no se vaya a necesitar.

Como muy bien dijo en la rueda de prensa, su trayectoria de joven profesor de derecho administrativo en la Universidad de Valladolid le preparó no solo para el rigor en el pensamiento y la palabra sino para la política, en sentido amplio, en la que fue muy activo en la Valladolid de mediados y finales de los setenta. Política idealista como servicio. 

Como sacerdote, hay que destacar su vocación de servicio al Pueblo de Dios. Doy fe de que no pocos domingos dejaba la comodidad del Seminario del que era rector, en tiempo no fáciles por los casos y las causas,  y se iba a los pueblos remotos de la diócesis a celebrar la misa en frías iglesias cargadas de arte e historia, ante feligresías de poco menos de una veintena de personas.

Pero si es verdad el refrán que dice “Dime con quien andas y te diré quién eres”, de monseñor Luis Arguello hay que destacar su relación con el Movimiento Cultural Cristiano y, ahora, con la gente de “Encuentro y solidaridad”. Vamos, con la escuela de Julián Gómez del Castillo, de quien por cierto escribe un texto precioso en el reciente libro homenaje de la editorial “Voz de los sin voz”.

Para los no iniciados hay que decir que Julián Gómez del Castillo fue un laico, obrero, profeta, cristiano hasta la médula, fiel al papa y a la doctrina social de la Iglesia, que rompió con la infiltración del marxismo y de la ideología en los movimientos cristianos obreros de los años sesenta y setenta, y encabezó una realidad humilde y fecunda de avanzadilla social fiel hasta extremos insospechables al magisterio de los papas.

 

Ese es el grupo que ha vivido de cerca con el nuevo obispo y ha influido en su forma de entender la Iglesia. Bueno, nunca se sabe si ha sido el Movimiento cultural cristiano quien ha influido en monseñor Arguello o monseñor Arguello quien ha influido en esta buena gente.

Así es el nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal que nos deparará más de una buena sorpresa.

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