“Desescalada” sacramental

Un sacerdote da la Comunión.
Un sacerdote da la Comunión.

Tengo que investigar un poco más en qué períodos de la historia de la Iglesia gran parte de la humanidad, de la Cristiandad, de la Cristianía –que diría don Olegario-, no tuvo posibilidad de acceso a los sacramentos.

Si no mal recuerdo, el cardenal Robert Sarah, en su último libro conversación, hablaba de un período en el que los cristianos en Asia –Japón o China- mantuvieron la fe por el testimonio de las familias, sin sacramentos, durante una par de generaciones, a la espera de que llegaran de nuevo los misioneros.

Lo primero que les pidieron fue que celebraran los sacramentos. No se trataba de los castigos, por cierto, que algunos obispos imponían a los fieles de otras obediencias durante el Cisma de Occidente al negarles la celebración de los sacramentos.

Nos acercamos, esperemos, al final de la primera etapa del confinamiento. Comienzan las “desescalada”, palabra, por cierto, que es una patada a la Real Academia de la Lengua. ¿Cómo se producirá la “desescalada” sacramental?

¿Cuándo podremos tener acceso a los sacramentos?

En términos generales se percibe ya un cansancio en el pueblo de Dios y un una especie de ansia sacramental. No solo de pan vive el hombre, dice el Evangelio.

Paradójicamente, la casuística, en lo referente a los sacramentos, sobre cómo se ha afrontado este período ha sido múltiple. Sé de parroquias, por ejemplo, en Madrid que daban la comunión a quienes se acercaban a hacer una visita y la pedían. Sé de parroquias cerradas a cal y canto. Infinitas combinaciones… Una lotería en función de donde vivieras.

Como me escribía no hace mucho un compañero: “¿No crees que a partir de ya deberían permitir alguna Eucaristía pública? A este paso reducimos el sacramento a algo virtual y la Iglesia a una ONG”.

Entiendo que, en este momento en que se están produciendo las conversaciones entre el Gobierno y la Conferencia Episcopal sobre este supuesto, los obispos van a tener la libertad de aclarar cuáles son los principios sobre los que actuar en esta fase de la historia de la pandemia.

 

No hay que descartar que en España se den iniciativas como la de los jóvenes austriacos, ni que nos encontremos con una “desescalada sacramental” por comunidades autónomas en la que los obispos de una región actúen de una forma distinta a los de otras. En la práctica, ya está ocurriendo. Hay policías autonómicas que han actuado de manera más “comprensiva” que otras cuando se trataba de ir a la Iglesia.

El Gobierno es consciente que no solo se trata de los sacramentos católicos –vamos a dejar al margen la doble vara de medir que utilizan algunas administraciones sobre la práctica del Islam-. Se trata de una vuelta escalonada a la normalidad de la Iglesia en la vida de las personas y en la sociedad. Y no parece que algunos del gobierno vayan a facilitar mucho la vuelta a la normalidad de la Iglesia, ni a la de la libertad de expresión, ni la… En fin, este es otro tema. 

Aunque haya que recuperar, entre otros, el ministerio del ostiario. Esa función que organizaba la entrada a la Iglesia y la colocación, y el orden interno y la garantía de las medidas de seguridad.
Cuanto más tiempo pase, más se agudizará, por cierto, otra de las consecuencias de este estado de las cosas, la crisis económica en la Iglesia. Un aspecto del que todos somos responsables, porque todos somos Iglesia, sobre el que habrá que seguir hablando largo y tendido.

En este tiempo hemos contemplado muchos retratos, muchas imágenes de Iglesia, todo el mundo se ha retratado. Y hay algunas ciertamente borrosas que no se olvidarán tan fácilmente. Aunque la gran mayoría de lo que ha hecho la Iglesia es tan luminoso como para dar gracias Dios por la creatividad, por el innumerable orden los mártires de la caridad, hasta entregar la vida por amor a los demás, del
que nos debemos sentir orgullos.

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