Algo está pasando en Añastro

Ricardo Blázquez.
Ricardo Blázquez.

No voy a dejar que un buen titular estropee un artículo. Pensé escribir en forma interrogativa, algo así como ¿qué está pasando en la Conferencia Episcopal? ¿Qué le pasa al cardenal Ricardo Blázquez? Y digo que me pregunto qué le pasa, en clave orteguiana, después de haber oído su discurso inicial de la Asamblea Plenaria.

También soy consciente que, como es natural, el tándem cardenal Blázquez-auxiliar Argüello está dando mucho juego al presidente por la cobertura que ofrece el obispo secretario. Un obispo secretario revelación, que esperábamos hace mucho tiempo.

Quizá como decía el maestro en el erial, lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. O sí lo sabemos, pero no lo podemos o debemos decir.

Estaba cantado que el presidente de la Conferencia, como es frecuente, iba a hablar de los temas de actualidad. Por tanto, de su participación en el encuentro anti-pederastia de Roma y de las elecciones generales. A esos añadiría algunos de los temas que se iban a debatir en esta semana, el plan de formación de los sacerdotes, por ejemplo.

Pero tengo que decir que no me ha parecido el mejor don Ricardo, tanto de los últimos años como el que conozco por sus reflexiones intelectuales. Me parece que el cardenal Blázquez se caracteriza por tratar los temas desde una perspectiva teológica, eclesiológica, original, que siempre aportaba ideas novedosas, perspectivas ilusionantes, alentadoras.

Sin embargo, en esta ocasión parece que se ha limitado a repetir párrafos enteros de los discursos del Papa.

Es cierto que repetir lo que dice el Papa evita problemas. Y que también que el Papa lo llena todo y es quien da forma a la agenda pública de la Iglesia, incluso en España. Pero quizá un paso más del genio del autor y en la realidad española no hubiera sobrado.

Y de lo que dijo, aunque no haya sido destacado por los medios, me parece que lo que tiene más valor son los criterios clásicos para orientar el voto en conciencia.

El cardenal Blázquez, un hombre de lo esencial, ha ido ahí al grano y ha puesto sobre la mesa los temas clásicos de la doctrina de la Iglesia. Por cierto, sin concesiones a ninguna agenda social y política, ni a demagogias públicas. Es decir, evitó cuestiones polémicas en los criterios de conformación del voto y se centró en lo irrenunciable.

 

En este sentido, esta última parte del discurso, que pasó como un relámpago, me parece que debiera ser repetida en diversos ámbitos y foros.

Bueno, y si tengo que hacer referencia a otras intervenciones de la sesión inaugural, pues vaya. Algo está pasando en Añastro…

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