¿Acallar solo a Benedicto XVI?

El grupo de Comunicación Loyola, es decir, la editorial de los jesuitas en España, ha anunciado oportunamente que publicará en el próximo otoño, esperemos que en los inicios de esa estación, el nuevo libro de Peter Seewald sobre y con el papa emérito Benedicto XVI. Que conste que ya lo estamos esperando.

El anticipo editorial que se ha ofrecido estos días, con motivo de la edición alemana, tiene algunas jugosas afirmaciones. Me referiré no a las que habla sobre las ideologías humanistas y sobre la ideología del Anticristo. Me resulta llamativo que el papa emérito ponga en valor ahora el tema del Anticristo, en una formulación curiosa de algunos signos de los tiempos. Por cierto que recomiendo a este respeto los sermones del cardenal Newman sobre el Anticristo, ya que estamos en esas.  

El Papa Ratzinger,  un papa “eternamente actualizado” como le define Seewald, según nos han contado, parece que se refiere a las reacciones de algunos de sus escritos de hace poco, en Alemania, por parte de la teología de aquel país, la que fundamenta el Camino Sinodal suponemos.

Dice ser víctima de una “deformación malintencionada de la realidad” Y añade que “el espectáculo de las reacciones de la teología alemana fue algo tan insensato y malintencionado que es mejor no hablar de ello. Prefiero no analizar las razones por las que se quiere silenciar mi voz”.

La verdad es que la pregunta es quién se atreve a silenciar la teología de Ratzinger, con qué intención, dónde, amparado por quién. Se supone que en buena lid, lo que hay que hacer con quien propone una teología con la que no se está de acuerdo es debatir, conversar, confrontar tesis, privada y públicamente. No el silenciamiento.

Es curioso. De Juan Pablo II santo se dijo mucho tiempo que se había dedicado supuestamente a silenciar a teólogos. Resulta que ahora a quien se quiere silenciar es al papa emérito Ratzinger. Por cierto, ¿será algún mensaje con múltiples destinatarios?

Ojo porque no es infrecuente que, en la actualidad, se utilice esa estrategia de querer silenciar voces críticas, incluso en la Iglesia no alemana. Y hay múltiples formas de silenciar a esas voces críticas, que antes se llamaban voces libres. No solo voces teológicas, también eclesiales en el espacio público.

Otra curiosidad añadida. Durante mucho tiempo, en el previo al Concilio, durante el Concilio y en el postConcilio, se habló de la Opinión Pública en la Iglesia. Habría que recuperar esa asignatura pendiente en la actualidad. Doctrina hay, la que ustedes quieran.

Esto no tiene nada que ver con otra referencia periodística de los días pasados que me ha llamado mucho la atención y que quiero compartir con ustedes. En “El Confidencial”, el pasado domingo, la periodista Ángeles Caballero escribía un artículo, a modo de reportaje, sobre el Papa Francisco a propósito del rifirrafe Pablo Iglesias-Santiago Abascal.

Pues en el texto, y perdonen la larga cita, encontramos lo siguiente, referido al Papa Francisco:

“El periodista Austen Ivereigh atiende a El Confidencial desde su granja cercana a Gales. Ha escrito dos libros sobre Francisco y lo entrevistó con motivo de la pandemia mundial del covid-19. Mientras da de comer a sus gallinas, explica que su figura ha cautivado desde siempre, "y le ha traído problemas. Cuando estaba en Argentina consiguió tal auge en las vocaciones que eso provocó un resentimiento en el 'establishment' jesuita. Cautiva, sí, pero también divide". Recuerda que también durante su trayectoria pastoral en su país natal tenía relación con muchos políticos. "Es un 'homo politicus' por naturaleza. Los entiende muy bien y cree mucho en la capacidad de la política para transformar las cosas", añade. Entre sus 'amistades' más cercanas están Dilma Rousseff y Emmanuel Macron. "Alguien dijo una vez que es una mezcla de Maquiavelo y un santo del desierto", dice entre risas”.

Joder, con perdón, qué cosas dicen que dice mi querido amigo Ivereigh.