Tiempo de Cuaresma

Miércoles de Ceniza.
Miércoles de Ceniza.

Comienza este tiempo litúrgico de Cuaresma. Cuarenta días que preceden la celebración litúrgica de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

La Cuaresma no es sólo una ocasión para intensificar nuestras prácticas externas de mortificación. Es una invitación a preparar nuestro espíritu renovando la fe, la esperanza, la caridad para vivir con Cristo, su Pasión y su Muerte; y así, convertirnos para vivir con Él, y con el prójimo, el Amor que Dios nos tiene. Esta es la fuente del espíritu de penitencia, del deseo de purificación.

Para que vivamos esa buena disposición de convertirnos, necesitamos preparar nuestro espíritu para escuchar con atención, y llevar después a la práctica, las luces que el Señor quiere darnos en estos días de Cuaresma.

Esa disposición la podemos resumir en estas palabras: Perdonar y Pedir perdón.

Al bendecir la ceniza con la que nos hace una cruz en la frente, el sacerdote puede decir esta oración “Oh Dios, que no quieres la muerte del pecador, sino su arrepentimiento, escucha con bondad nuestras súplicas y dígnate bendecir esta ceniza que vamos a imponer sobre nuestra cabeza; y porque sabemos que somos polvo y al polvo hemos de volver, concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados, así podremos alcanzar, a imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu Reino”.

Todo comienza por pedir al Señor, humildemente, perdón por nuestros pecados, por nuestras faltas de amor a Él y de amor al prójimo. Esa petición de perdón, y pensar en la alegría de Cristo al perdonarnos, moverá nuestra alma a perdonar de todo corazón las ofensas, las injusticias, los malos tratos, las injurias, los abandonos, que hayamos podido recibir, y a no permitir que ni la menor semilla de odio, de rencor, de venganza, anide en nuestro corazón.

“Si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra tí, deja allí tu ofrenda delante del altar; vete primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda” (Mt. 5, 23-24).

Perdonar como nos perdona Cristo. Así tendremos la humildad de espíritu tan necesaria para vivir nuestra vida en unión con Cristo, y siguiendo sus pasos, que nos lo ha señalado con estas palabras: “Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón”, y con las tres acciones que nos recuerda en el Evangelio del miércoles de Cuaresma: oración, ayuno, limosna.

Perdonando y pidiendo perdón, nuestra oración llegará al cielo; nuestro ayuno nos llevará a no buscarnos a nosotros mismo en nuestras acciones, y querer dar gloria a Dios en todo lo que realizamos; y nuestra limosna, será acompañar a los necesitados y animar a los pecadores para que se arrepientan.

 

“Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas (…) para que los vean los hombres. (…) Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará”

Nuestra oración es una honda manifestación de Fe que brota desde el fondo de nuestra alma. Fe que nos lleva a tener una confianza plena en Él, a unirnos con Él en su Vida, a conocerle mejor, y así, tendremos la alegría de calmar su sed. Y abre nuestro corazón para que amemos al Señor con todas nuestras fuerzas, y con lo mejor de nosotros mismos.

“Cuando ayunéis, no pongas cara triste, como los hipócritas (…) Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara. Para que tu ayune lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.

Nuestro ayuno nos lleva a desprendernos de nosotros mismos, a buscar solamente la gloria de Dios en todas nuestras acciones, a no pensar siempre en nosotros mismos y no a darnos vueltas con preocupaciones o recuerdos inútiles. Ayunar de nosotros y de nuestros intereses, elevará nuestro corazón, nuestra alma para tener hambre de amar a Cristo, de vivir con Él, y alimentarnos de verdad de su Palabra, y decirle con san Pedro: “Tú tienen palabras de vida eterna”.

“Cuando hagas limosna no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles (…) Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt. 6, 1-6,16-18)

Nuestra limosna nos llevará a ser generosos en servir a los demás y seguir así los pasos de Cristo que nos ha dicho “No he venido a ser servido sino a servir; y a dar mi vida en redención por muchos”. Tenemos muchas personas a nuestro alrededor que además de necesitar en algunos casos una ayuda material, necesitan nuestro afecto, nuestra comprensión, nuestra compañía.

Que la Virgen Santísima nos ayude, y esté con nosotros, en este vivir la Cuaresma acompañando a su Hijo, Jesucristo. Ella moverá nuestro corazón para que nos acerquemos al Sacramento de la Penitencia, la Confesión; y moverá nuestro corazón para que descubramos el amor que su Hijo, Jesucristo, nos expresa clavado por nosotros en la Cruz, y Resucitado.

ernesto.julia@gmail.com

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