El silencio y el clamor de la Resurrección

Los silencios de la mañana de Resurrección  dividen en dos la historia del hombre sobre la tierra. Si la historia, el pasar de los hombres, de las generaciones, de los pueblos, de las civilizaciones y culturas, tiene algún sentido, es porque Cristo, esa mañana, Resucitó.

Destrozó la ilusión del hombre del “eterno retorno”; acabó para siempre -aunque quedan muchos que se obstinan en mantenerla viva- con la ilusión de que “Dios ha muerto”, y de que la vida se cierra, también para siempre, en el cementerio.

¡Resucitó!

Y en el silencio, un clamor que durará hasta el fin del mundo; hasta que el mundo terreno sea injertado en la Eternidad, y comiencen “un cielo nuevo, una tierra nueva”.

¿Quién escucha ese clamor de Vida, de Eternidad?

Pilato mandó cerrar el sepulcro, y sellar la losa que cubría la entrada.  Y puso guardias para que nadie robara el cadáver, y les pagó para que dijeran que los discípulos habían robado su cuerpo, mientras ellos dormían. Quiso dominar a Cristo y enterrarlo para siempre. Y con él, tantos hombres a lo largo de la historia han anhelado cantar y certificar la “muerte de Dios”, la “muerte de Cristo”.

El clamor sigue llenando las ondas del universo. En todos los rincones del mundo los cristianos hemos celebrado la Resurrección. Muchos no han querido oír el silencio de la Resurrección en clamor de las campanas que entonaron el Gloria. El silencio de la Resurrección solo lo escuchan los oídos de los “pobres de espíritu”, los seres humanos que tenemos “hambre y sed de Dios”.

Y, ¿qué nos dice el Señor Resucitado?

“He muerto por ti; resucita tu por Mí. No te des por vencido jamás en tu lucha por hacer el bien, por amarme, por amar a los demás.   

 

He resucitado, he vencido la muerte y el pecado, por ti; muere tú ahora al pecado por Mí, y vencerás la muerte conmigo. 

He muerto por amor a ti, resucita tu por amor a Mí, y dame la alegría de perdonarte tus pecados, de abrazarte, de acogerte en mi amor, como el padre del hijo pródigo..

He resucitado para decirte que te amo. Muere al pecado, y dime que me amas.

¡Tengo sed! Clamé en la Cruz pidiéndote una limosna de amor. Dime tú ahora, ¡tengo sed! Y Yo calmaré tu sed de amor, de vida eterna.

La Resurrección de Cristo, Dios hecho hombre, es la luz que ilumina todas las tinieblas del mundo. El hombre se arranca a veces los ojos para no verla; para seguir caminando en la estrechez de miras a la que alcanza su pobre corazón. La Cruz ha sido la manifestación mayor de amor de Dios a los hombres. La resurrección es la Luz que hace posible que el hombre comprenda ese Amor.

La Resurrección de Cristo ha sido, y es, el acontecimiento, el único acontecimiento, que marca un antes y un después en la historia del mundo, en todo el vivir de los hombres sobre este pequeño planeta llamado Tierra. Cristo ha resucitado. El tiempo de la muerte  ha  sido asumido en la Eternidad del Resucitado. La Resurrección, además de esperanza, da al hombre la capacidad de ser creativo, de hacer germinar de la creación los mejores tesoros que el Creador ha sembrado en ella.

Y no sólo marca un antes y un después. No poco pensadores consideran -y no les falta razón- que es, la Resurrección es eterna-, el hecho que da sentido a todas las civilizaciones, a todas las historias de las luchas de los hombres, de sus grandes descubrimientos, de sus más azarosas batallas contra ellos mismos y contra todos los elementos más adversos que se haya podido encontrar. Y continuará dando sentido a todo lo que el hombre construya y destruya sobre la tierra, hasta el fin del mundo. Que el mundo tendrá fin, cuando el tiempo concluya su andar, y “la tierra nueva, el cielo nuevo” sea Eternidad.

Ninguna luz ha movido con más fuerza el caminar de los hombres a lo largo de los siglos. Ninguna luz ha influido con tanta fuerza en las culturas que los hombres hemos establecido desde entonces.

La noticia de la Resurrección sigue, y seguirá siendo siempre, de actualidad. Y todos los “post-modernos”, los “post-cristianos”, los “post-humanos”, lo “post-verdad” y los demás “post”, si esas palabras significa realmente  algo, se irán quedando solos, mudos, muertos, en las veredas de todos los caminos  del mundo.

Jesús ha Muerto; Jesucristo ha Resucitado. Dios ha vivido la muerte del hombre y en el hombre; el hombre vivirá la Vida de Dios, en Cristo Nuestro Señor, y calmará su sed de Dios en el costado de Cristo, en la mirada de Cristo Resucitado.

ernesto.julia@gmail.com


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