Un Rosario itinerante

Cartel Rosario de los jóvenes. 11 febrero de 2023
Cartel Rosario de los jóvenes. 11 febrero de 2023

"Vivimos en una sociedad que ha dado la espalda a Dios y los jóvenes crecen con un desconocimiento palpable del hecho religioso. Son presa fácil de las ideologías que arrebatan todo lo noble que hay en ellos. El resultado es una juventud que ha perdido las ganas de vivir, donde el suicidio prolifera y el consumo de droga está a la orden del día. De ahí la necesidad de realizar este Rosario".

Uno de los organizadores del Rosario por la Juventud de España, que ha tenido lugar en Madrid el sábado pasado fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, comenta con esas palabras la finalidad de esta iniciativa.

Rosario Itinerante, porque miles de jóvenes fueron andando al atardecer, desde la Plaza de san Justo hasta la Plaza de España, rezando el Santo Rosario. Han querido, así, manifestar su Fe pública y abiertamente por tercera vez, después del comienzo en 2018, y la vuelta a empezar del 2022, pasados ya los peligros de pandemias, etc.

¿Por qué el Rosario? Se puede uno preguntar ante una actividad semejante.

Está claro que la Fe hay que manifestarla, y confesarla, en cualquier ámbito de nuestro vivir, y en las circunstancias más variadas de nuestro actuar público y privado. Y más, diría, en estos tiempos en los que no pocos bautizados la han abandonado.

Quizá no siempre nos damos mucha cuenta de la riqueza de Fe que encierra el rezo del Rosario para nuestro vivir cristiano. Desgranando los Padrenuestros y las Avemarías estamos manifestando nuestra Fe en la Persona y en la Vida de Jesucristo. Vivimos una pública manifestación de Fe en Su Divinidad y Humanidad. Tratamos a Cristo como lo que es: Dios y hombre verdadero.

De la mano, y en conversación con la Virgen María, recorremos los diversos momentos de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte y Resurrección, seguidas de la Ascensión al Cielo y la venida del Espíritu Santo. Reverdecemos nuestra Fe, dejamos que Cristo nos acompañe en nuestro vivir en la tierra; y le pedimos también que nos abra las puertas de la vida eterna, para vivir con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo nuestro vivir eterno.

Juan Pablo II nos lo recuerda con mejores palabras en el comienzo de su Carta Apostólica El Rosario de la Virgen María:

“El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro» (duc in altum!), para anunciar, más aún, 'proclamar' a Cristo al mundo como Señor y Salvador, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn14, 6)” (…).

 

“El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología (…) En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor”.

No sé si los participantes en el Rosario itinerante del sábado han tenido, en la cabeza y en el corazón, las palabras con las que Bartolomé Longo, apóstol del Rosario, termina su Súplica a la Reina del Santo Rosario: “Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio. No te dejaremos jamás”.  

En el camino entre las dos plazas, un buen número de sacerdotes acogió a todos los jóvenes que, movidos por la Santa Madre de Dios, quisieron pedir perdón por sus pecados y, arrepentidos, preparar sus almas para recibir a Jesús en la Eucaristía viviendo la Misa del domingo.

Una vez más, se hicieron realidad unas palabras de san Josemaría Escrivá: “A Jesús se va, y se vuelve, por María”.

ernesto.julia@gmail.com

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