¿Por qué derribar las Cruces?

La gran Cruz de la Sierra San Cristóbal ha sido derribada por unos vándalos.
La gran Cruz de la Sierra San Cristóbal ha sido derribada por unos vándalos.

Siguen llegando noticias de derribos de Cruces en diversos lugares de la península. Esta vez la acción blasfema –llamarle vandálica es rebajarla de significado- se ha desencadenado en el maravilloso escenario del cerro de san Cristóbal de El Puerto de Santa María.

La Cruz de Cristo seguirá levantada en los cruces de caminos, en las cumbres de las montañas, en los senderos que transitan los hombres, hasta el final de la historia sobre la tierra. La Cruz da sentido a la historia; es más, sin la Cruz, la historia de los hombres no tiene ningún sentido. En la Cruz, Cristo nos sigue anunciando que ha redimido el pecado, sigue invitándonos a mirarle, a contemplarle, a adorarle, para que, pidiendo perdón de nuestros pecados y arrepentidos, podamos llegar a descubrir el Amor de Dios.

¿Qué mueve el corazón de los hombres que mandan y disponen derribar las Cruces? ¿Qué mueve la mente de unos hombres que incluso pagan para que otros derriben una Cruz?

Quizá una mirada ligera puede tratar de descubrir un motivo muy superficial: el recuerdo de una situación política, social, económica, etc., por no decir una experiencia muy personal, que relacione la presencia de la Cruz con una injusticia cometida, un abuso de poder, o algún gesto semejante, engendrador de odio y de deseos de venganza. Hay más.

Quienes han levantado esas Cruces lo han hecho con la conciencia clara de que en la Cruz había un Crucificado. Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Y al alzarlas sobre la tierra, sobre las rocas de nuestros caminos, han elevado la mirada al Cielo abierto en el corazón del Crucificado al recibir la lanzada del soldado romano. Y han rezado; pidiendo perdón de sus pecados, y pidiendo al Crucificado que les ayudase a resucitar con Él. La Cruz, lo sabían bien, es el lugar de la muerte, de la muerte vencida y derrotada, el lugar de la Resurrección.

El derribo de las Cruces es, en cierto modo, una señal de que esos hombres que las derriban quieren desvincularse de su relación con el Crucificado. Quizá alguno confiese que es ateo, pero seguramente ni él mismo cree lo que dice. A un ateo, la Cruz no tendría que decirle nada. Si Dios no existe, pensaría, la Cruz es un madero cualquier, dos palos cruzados a una cierta altura, un símbolo de nada. Y la nada no tiene ninguna fuerza para disturbar el espíritu del hombre. ¿Por qué, entonces, derribarla?

El derribo de las Cruces viene a ser, en cierto modo, una clara señal de que el ateísmo que late en el corazón de muchos hombres, es un ateísmo que está clamando a Dios, y quiere desprenderse definitivamente de Él, porque sabe que existe; y ellos quieren ser el dios de sí mismos. Y al encontrarse con ese “dios”, y ver que es “nada”; alzan la mano contra Dios, contra Cristo, Dios y hombre verdadero.

Algunos piensan que es una acción diabólica, Quizá. Pero el diablo sabe muy bien que el ser humano no necesita muchas veces su ayuda, ni siquiera sus tentaciones, para alejarse de Dios, para alzarse contra Dios, contra Cristo, Hijo de Dios, Dios y hombre verdadero.

La reacción de Jaime Cano, responsable de la asociación España Cristiana que quieren volver a levantar la Cruz, es el buen ejemplo de un corazón cristiano que palpita al unísono con el Corazón del Crucificado. En una entrevista le preguntan:

 

¿Por qué han decidido poner otra más grande y resistente?

“Como decía San Josemaría, ahogar el mal en abundancia de bien. Dónde abundó el pecado sobreabundó la gracia, por eso, cuanto más pecado y más odios a Dios, más grandes tienen que ser nuestros esfuerzos y amor a Dios. Que quitan una cruz, reparamos y elevamos otra más grande, para que al pasar cualquier persona vea un sacramental y tenga presencia de Dios”.

“La cruz se puso en desagravio de otras que habían sido derribadas y, como la propia cruz ha sido profanada, el hecho de repararla y hacer otra más grande y, con tanto amor a Dios, simboliza un desagravio por sí misma”.

Y no sólo, simboliza; es un desagravio de amor que mueve, una vez más, el Corazón del Señor a pedirle a Dios Padre por quienes han derribo la Cruz y le han vuelto a clavar en ella: “Perdónales, porque no saben lo que hacen”.

ernesto.julia@gmail.com

        

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