Pasar por tonto

Representación de la Asunción de la Virgen María.
Representación de la Asunción de la Virgen María.

Todavía, y gracias a Dios, oigo en la boca de muchas madres la misma queja que escuché por años en los labios de la mía: "Me tratáis como si fuera vuestra esclava". Tengo la impresión de que quizá esta condición de "esclava de sus hijos" ha sido la mejor corona y el mejor pasaporte para llegar al cielo, aparte de otras escondidas gracias de Dios -que suelen ser más abundantes de lo que a primera vista se piensa- y que yo desconozco.

En labios maternos esa frase es apenas un reproche. A mí se me asemeja más bien a una llamada de atención. Las madres necesitan a veces subrayar a sus hijos que saben bastante más de la vida de lo que ellos se suponen. Y uno de los mejores cauces para hacerlo notar es la declaración de que si se dejan tratar como "esclavas", si están decididas a "pasar por tontas", lo hacen con plena conciencia y conocimiento, y no porque se lo imponga nadie, ni nada más que el amor a sus hijos.

Y con las madres, tantas otras personas inteligentes, agudas, ingeniosas, trabajadoras, sacrificadas, ricas y pobres, descubren la sabiduría de amor encerradas en ese diario "pasar por tontos", pensando en el bien y en la alegría de los demás.

Ese modo sencillo y escondido de actuar lo he visto, a lo largo y a lo ancho del vivir, llevado a la práctica de mil maneras distintas. En la múltiple diversidad de formas, siempre me ha conmovido; y he descubierto después, con el correr de los años, una multitud casi infinita de personas que son felices, y que procuran dar algún contento a los demás "pasando por tontos", sin importarle nada de lo que puedan pensar sus conocidos y amigos. Si acaso les puede preocupar únicamente la incapacidad que manifiestan esas personas, al no conseguir desentrañar la grandeza oculta en gestos tan humildes, que llegan a ser humanos porque ya son divinos.

La lista es prácticamente interminable; y no nos queda más remedio que contentarnos con una muestra bien limitada.

Quien perdona primero, sea cual sea la ofensa recibida, sin darle mayor importancia a cuestiones de honra, de poder, porque el amor está por encima de todo. Quien da el primer paso para arreglar cuitas y entuertos con un amigo, antes considerar rota una amistad enraizada quizá en los albores de la infancia. Quien sale al encuentro de otro ser humano, un amigo, para facilitarle una rectificación honrosa y digna, sin obligar a nadie a "morder el polvo", colocándolo sin remedio ni escapatoria entre la espada y la pared.

La madre siempre al servicio de toda la familia, que casi se enrojece -por muy alto que grite su derecho a serle reconocido- al reclamar un trato más cariñoso y amable de su marido y de sus hijos, y una ayuda más decidida en la gestión del hogar.

El profesor que sabe aguantar tranquilamente las primeras escaramuzas nerviosas de sus alumnos, dejándose tomar aparentemente el pelo para recuperar después su autoridad en el momento oportuno y del modo más conveniente.

El médico dispuesto a soportar impertinencias de algunos pacientes que parecen haber entrado en propiedad de un derecho inexistente: el de no morirse nunca; y de otros enfermos que esgrimen a menudo un curioso derecho -convertido casi en ley constitucional- a ser curado siempre y de la mejor manera posible, sin sufrir, y sin que le dejen la mínima cicatriz.

 

Pero no sólo los médicos, también muchos enfermos "pasan por tontos": no se quejan y guardan para sí su angustia, cuando les toca sufrir malos tratos del personal sanitario -que no siempre en la vida se consigue estar de buen humor-, o padecer equivocaciones del médico, y hasta sonríen compasivos, al contemplar los agobios del doctor en el denodado esfuerzo de remediar de alguna manera sus yerros, mientras ellos rezan al Señor para que les dé serenidad.

Es corriente considerar "tonto" a quien deja camino libre a los coches que circulan por su derecha, sin engarzarse nunca en inútiles cuestiones de precedencia; a quien no avasalla y pone su gozo en hacer pasar un buen rato, o en donar un buen servicio, a los demás.

Y la relación prosigue. Cualquiera diría que "pasa por tonto" el negociante que no trata jamás de engañar a los clientes; que no da mercancía falsificada o que no está dispuesto a aumentar el peso del arroz manteniéndolo un cierto tiempo en lugares húmedos; que tiene paciencia para ir ganando paso a paso el sustento de cada día, y no anhela enriquecerse de golpe utilizando los más sutiles subterfugios a su disposición.    Esta breve reseña podría ser enriquecida con quienes tienen confianza y se fían de los demás; con quienes no ven en todo momento un doble sentido en lo que se les narra, ni sospechan ocultas intenciones en cualquier gesto de  un desconocido; con quienes elegirían incluso  ser engañados alguna vez, antes de dudar por sistema de las palabras de todo el mundo; con quienes deciden no aprovechar una ocasión propicia y beneficiarse a costa de perjudicar a otros; con quienes se arruinan pagando los gastos de las enfermedades de sus hijos.

He hablado hace poco con una de estas personas, ya en sus noventa años, que ha "pasado por tonta" toda su vida. Está contentísima de haberlo hecho, y ya sólo espera que la misma sonrisa serena y apacible que le ha acompañado a lo largo de su vida, le lleve a descubrir la sonrisa de Cristo: "Que El también, por nosotros, ha "pasado por tonto", me dijo, y no nos lo ha echado en cara".

ernesto.julia@gmail.com

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