Nueva Evangelización (V)

Vaticano.
Vaticano.

Después de un breve silencio, un periodista padre de cuatro hijos se levantó y habló:

“Me quedo con el último párrafo que se acaba de leer, y que recuerdo a continuación.

"Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado" (Mt., 28, 19-20). Por su parte, todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla”.

Si ese es el mandato del Señor; y esa es la obligación de la que habla el Concilio es señal de que están, de alguna manera, inscritas en nuestra realidad de ser criaturas y de ser cristianos. Jesucristo no mandó a los apóstoles a que se sentaran a discutir y a dialogar con quienes encontrasen para ver si entre todos descubrían Su Verdad, le descubrían a Él. No. Les dijo muy claramente que predicaran, que anunciaran, que enseñaran, lo que habían visto y oído.

A mí me gustaría que en la Iglesia de hoy se nos recordara la necesidad de hablar más de Cristo, Dios y hombre verdadero, y que para que lo podamos hacer con claridad, conscientes de que estamos anunciando a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, se nos hablara más del Catecismo de la Iglesia Católica publicado después del Concilio Vaticano II, de todas sus explicaciones acerca del Dogma y de la Moral.

Y, perdonad que me alargue, pediría también que se nos recordara el verdadero sentido de la Liturgia.  Les rogaría a los sacerdotes que vivieran las ceremonias litúrgicas de forma que todos pudiéramos darnos cuenta de que el Celebrante de los Sacramentos es Cristo para que en todas las ceremonias sacramentales podamos vivir la presencia de Cristo. En otras palabras, que el sacerdote que celebra la Santa Misa, lo haga en la Persona de Cristo, y que celebre la Santa Misa como está indicado, sea el rito que sea, y ninguno se invente una Misa “a su manera”. En la Misa queremos vivir la presencia real y sacramental de Cristo entre nosotros. En Él somos “pueblo y familia de Dios”; sin Él, somos una muchedumbre sin norte ni guía”. 

Otra vez se hizo un silencio de reflexión.

“Apoyo de lleno tus palabras”, comentó un joven abogado. “Si los sacerdotes celebran con esa unción la Santa Misa, todos los fieles seremos más conscientes de que al Comulgar recibimos el Cuerpo y la Sangre del Señor, y que hemos de acercarnos a recibir al Señor libres de todo pecado mortal, y con un corazón dispuesto a amar a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y a todos los seres humanos con quienes vivamos y nos encontremos”.

Una universitaria que estaba preparando el examen para el Mir, añadió:

 

“Aprovecho para animaros a todos, y pedir a los obispos que nos animen a todos, a volver cuanto a antes a participar de la Santa Misa presencialmente. Que vayamos a la Iglesia, al templo, ya que no rige ninguna regla que limite el aforo. Unos irán con mascarilla, otros iremos sin ella. Pero estaremos allí, acompañando a Cristo en cuerpo y alma, viviremos la Misa “con Cristo, por Cristo, en Cristo”, que se ofrece a Dios Padre en redención por nuestros pecados. Y nos acompañará el Espíritu Santo”.

Se paró y terminó diciendo: “Si seguimos viéndola por televisión, en el ordenador, etc., todos tenemos el peligro de confundirla con un espectáculo más. En la iglesia, de alguna manera, “tocamos” la presencia real de Cristo. Presencia real y sacramental que la televisión, el ordenador, no nos pueden transmitir con la realidad que necesitamos”.    (continuará).

ernesto.julia@gmail.com

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