¿Un mal comienzo?

Con un cierto pesar he encabezado estas líneas con ese título. ¿Por qué el pesar y el título?

                El pesar por haber comenzado la etapa de preparación y de discusión del próximo sínodo sobre la Familia, con la ponencia del card. Walter Kasper, y por expresa invitación del Papa; y porque Kasper haya centrado su atención –eso al menos es lo que se ha transmitido a la prensa, ya que el discurso completo no se ha hecho público- en el problema de la Comunión Eucarística de divorciados unidos en un matrimonio civil.

                La familia, y especialmente en todo el ámbito de la depauperada civilización occidental, tiene problemas muy serios, y que afectan más directamente a su realidad humana y cristiana, que el planteado por Kasper. Ese problema es ciertamente real; pero no es la causa de la situación de la Familia, sino más bien una de las consecuencias de la perspectiva con la que la Familia ha sido considerada desde hace ya un buen número de años.

                ¿Era necesario aplaudir un discurso semejante? ¿No había otro Cardenal más serio y preparado para presentar un panorama más profundo, esperanzador, humano y divino de la Familia?

                “La familia atraviesa una crisis cultural profunda (…) la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiene a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno” (Evangelii gaudium, n. 66).

                Cuando se plantea un problema no es serio, ni siquiera algo inteligente, comenzar por las consecuencias  si la cuestión se resuelve mal, en vez de pensar seriamente sobre la riqueza humana, sacramental, divina de la Familia, y desde esa roca construir la convivencia y la vida familiar. Que por cierto, va  más allá de la “célula básica de la sociedad”; y se  convierte en el hogar en el que los seres humanos podemos aprender a amar a Dios, a los demás, a mantener vivo el Amor en este mundo.

                Un cierto pesar por el título: ¿Un mal comienzo? En efecto. Porque ese comienzo es una invitación a la polémica, a las interpretaciones, a las manipulaciones. Y basta ver el modo de recoger la noticia en diferentes medios de comunicación, para darse cuenta de lo que estoy diciendo.

                Algunos -¿diabólicamente?- achacan al Papa una intención de cambiar prácticamente todo lo indicado hasta la fecha sobre el matrimonio, salva siempre la sacramentalidad.; cosa que jamás ha expresado ni expresará. Otros, le catalogan -¿también diabólicamente?- como uno de los líderes espirituales del mundo, enseguida después del Dalai Lama,  atribuyéndole una mayor comprensión del “aborto”, de los “modelos de familia”, etc, etc.

Sandro Magister llama la atención   sobre el clima que se está creando en algunos ambientes. Estas son sus palabras: “Todo esto muestra un crecimiento de las expectativas de la opinión pública, dentro y fuera de la Iglesia. Expectativas de cambio de doctrina y de la praxis católica no sólo sobre la cuestión de los divorciados que se han vuelto a casa, sino sobre otros aspectos que están hoy a la orden del día, como las uniones entre homosexuales, los modos para engendrar o adoptar hijos, etc.”.

 

Todavía hay tiempo de recuperar, y convertir un mal comienzo en un buen andar. Quizá sería suficiente que en el Vaticano se acordasen de las palabras del Señor: “Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas” (Mt 10, 16).

Y los lobos no se cansan de acechar. La pena es alimentarlos.

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com


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