¿Con quién se identifica, señor obispo?

Reconozco que no me atrae nada escribir estas líneas, y a la vez, estoy convencido de que debo escribirlas, muy a mi pesar.

El secretario de la Conferencia Episcopal Italiana ha hecho unas declaraciones de las que un día, quizá no muy lejano, le gustaría arrepentirse. Así espero. Obviamente, se puede enrocar en sus palabras. Allá él.  Todos los creyentes  podemos ser fieles de Cristo, e infieles a Cristo, también los obispos.

“Pensemos en la sacralidad de la vida. En el pasado nos hemos centrado exclusivamente en el no al aborto y a la eutanasia. (…) Yo no me identifico con los rostros inexpresivos de quien recita el rosario fuera de las clínicas que practican la interrupción del embarazo, sino con esos jóvenes que son contrarios a esta práctica y luchan por la calidad de la vida de las personas, por su derecho a la saluda, al trabajo”.

Tal cual.  ¿Quién le ha dicho a este obispo que los sacerdotes anteriores a él, y que tantos fieles en la Iglesia, nos hemos dedicado por años a hablar sólo del aborto y de la eutanasia? Hemos hablado, y seguimos hablando de la Divinidad de Cristo, del amor a la Vida, de la dignidad de la persona humana, de las injusticias que los hombres cometen contra sus hermanos, del Amor de Dios que nos manifiesta el Hijo de Dios muriendo en la Cruz,  de la sacralidad del concebido no nacido, de la grandeza humana y sobrenatural del matrimonio y de la familia, de amor de los padres a los hijos,  de la Iglesia Santa…, y hasta de la Santísima Trinidad y de la Resurrección de Cristo y de la vida eterna, etc. etc.

¿Quién le ha dicho que los que rezan delante de una clínica abortista –decir “interrupción del embarazo” es una ofensa a las madres que lo sufren por causas naturales-, con mucho sacrificio por su parte, que cantan un canto a la Vida con sus oraciones,  no luchan por “la calidad de la vida de las personas, por su derecho a la salud, al trabajo”?

¿Le molesta que el arzobispo de Pamplona, el arzobispo Presidente de la conferencia episcopal de los Estados Unidos, entre otros,  recen también, y de rodillas, ante una clínica abortista? E insisto que no es una clínica de “interrupción del embarazo”, es una clínica de asesinar criaturas indefensas. 

Y, por si esta respuesta no bastase, ante la pregunta: ¿Cuál es su deseo para la Iglesia italiana?, responde:

“Que se pueda hablar de cualquier tema, de sacerdotes casados, de eucaristía a los divorciados, de homosexualidad, sin tabús, partiendo del Evangelio y dando razones de las propias posiciones”.

No hace falta ser Chesterton para preguntarse si un obispo que anhela eso para la Iglesia tiene la cabeza en su sitio, si está acomplejado ante la “ideología de género”, que en su caso sería el más lamentable de los complejos,   si es consciente de la misión que ha recibido del Señor, de “predicar en todo el mundo y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

 

Hay muy buenos comentaristas a estas palabras que tratan de excusar al obispo pensando que sus palabras han sido mal interpretadas, y mal reflejadas. Don Nunzio Galantino, este es el obispo, no ha dicho nada más –salvo en páginas de su diócesis, sin aclarar nada-, y ha tenido siete días para salir al paso de cualquier posible deformación de sus palabras.

Solo queda confiar en que los sacerdotes y fieles italianos –y es penoso tener que escribir esto- no le hagan ningún caso, y sigan adelante con el anuncio del Reino de Dios, de la sacramentalidad del Matrimonio, de las familias camino de santidad,  y de la Vida Eterna.

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com


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