Fe y Cultura

Jesucristo.
Jesucristo.

Sin necesidad de acudir a estadísticas, y a la recopilación de datos de última hora, muchos somos conscientes de que hay un buen número de personas que no han oído hablar de Jesucristo, y no saben nada de su vida, que ni siquiera la palabra Sacramentos le es familiar. Estas personas, además, han escuchado afirmaciones erróneas y calumniosas sobre la labor de la Iglesia, etc.

Ante esa realidad, y con la mejor intención de ayudarles a conocer a Cristo, Dios y hombre verdadero, se oye hablar en la Iglesia de la necesidad de una “nueva evangelización: y se subraya la conveniencia de “inculturalizar” la fe y de “evangelizar la cultura”.

Los significados que los oyentes dan a esas palabras -y no sólo los oyentes, sino también los mismos eclesiásticos que suelen utilizarlas-, son muy variados y, en no pocas ocasiones, pueden desorientar a personas muy bien intencionadas.

Es obvio que, en todas las partes del mundo en los que la Fe en Cristo ha llegado a ser parte de la vida de los pueblos, los apóstoles y con ellos todos los cristianos que han sembrado la Verdad de Cristo, la Verdad de Dios en esas culturas, han aprendido sus idiomas, se han adaptado al modo de razonar y las perspectivas de esos pueblos. A la vez, jamás se les ha ocurrido cambiar los contenidos de las Verdades de la Fe, porque los oyentes no las podían entender; y tratar de compaginar la realidad de las enseñanzas de Cristo, Dios y hombre verdadero, con las “verdades” que cada uno se hubiera podido construir con sus propios y variados “dioses”.

Cristo ha dicho con toda claridad, que Él es “el Camino, la Verdad y la Vida”. Palabras que tienen valor eterno, han tenido valor a lo largo de los siglos, y seguirán siendo válidas para todas las culturas, todas las civilizaciones, todos los pueblos, hasta el fin del tiempo y de la presencia del hombre sobre la tierra.

¿Es posible que la Fe se “inculturalice” en todas las culturas?  A veces se recomienda a los cristianos que están dando testimonio de su fe que respeten las costumbres y las tradiciones de los pueblos con los que conviven y están evangelizando, porque hay que “acoger” a todos, y no ser “rígidos”. Ellos ven caramente que, a veces, eso no es posible.  Pueden respetar y convivir con personas que viven la poligamia, por ejemplo, como ha ocurrido en África. ¿Se ha de aceptar y acoger la poligamia? No. Y todos los misioneros han ido abriendo los horizontes de la Fe a los conversos y bautizados hasta que libremente abandonasen la poligamia y comenzasen a vivir el matrimonio sacramento: uno con una para siempre.

Ahora no es extraño encontrar sacerdotes, obispos, etc., que pretenden que nos adaptemos a la “cultura” que viven algunos y aceptar el “matrimonio” de homosexuales entre sí, y que además se bendiga. Algunos caen en ese error y pecado; y apenas consiguen otra cosa que dar “gato por liebre”: no transmiten la Verdad de Cristo, la Verdad de Dios, la Verdad que salva al hombre y le da sentido a su vida, a su existencia.

Otros pretenden “inculturalizar” la Fe, sin anunciar a Cristo, Dios encarnado, por aquello que cada “religión” tiene sus “verdades”, y todas sirven. Que de alguna manera basta que nos unamos todos para cuidar la tierra, mejorar el clima, y que cada uno, cuando tenga ganas de rezar, se acuerde de su “dios”, de su “becerro de oro”, de ese “dios” que ha “inventado”, después de borrar de su conciencia el Dios que ha rechazado por el pecado.

Al Dios que nos ha revelado Cristo, y que anhela ser la Luz de todas las “religiones”, para que todos los hombres y mujeres, criaturas de Dios, puedan encontrar la felicidad, el descanso, la paz, diciendo con san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

 

La Fe ha de ser evangelizada, anunciada, en su integridad: Fe y Moral, porque la luz de Cristo, ilumina el corazón, la mente y la conciencia del hombre para ayudarle a descubrir el Amor de Dios; el Bien que le acerca a Él y el Mal que lo aparta de Dios, lo aleja de los hombres, y lo deshumaniza encerrándolo en su propio vacío. Y a todas las culturas, desde la que se viva en los altos del Orinoco, hasta la que se discuta en los círculos intelectuales de Nueva York, de Barcelona, de Peking, de Paris, de Madrid, de Moscú, etc.

Fe y Cultura. Comentando la afirmación de la Verdad de Cristo en un mundo que pretende vivir de la “verdad” que cada uno se inventa, Ratzinger escribió: “En realidad, cuando no se habla acerca de Dios y del hombre, del pecado y de la Gracia, de la muerte y de la vida eterna, entonces todo el griterío y el ruido que se produzcan serán tan sólo un intento vano para no reconocer que ha enmudecido todo lo auténticamente humano”.

ernesto.julia@gmail.com

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