La familia al servicio del Amor

“Queridas familias, el Señor conoce nuestros cansancios, los conoce y el peso de nuestra vida. Conoce también nuestro deseo de hallar la alegría del alivio. ¿Os acordáis? Jesús dijo: “Vuestra alegría sea plena”. Jesús quiere que nuestra alegría sea plena.

“Lo dijo a los Apóstoles, y hoy lo repite a todos nosotros. Esto es lo primero que quería compartir con las familias hoy: “Venid a mi, familias de todo el mundo -dice Jesús- y yo os aliviaré, para que vuestra  alegría llegue a plenitud”

“En la vida de una familia hay muchos momentos hermosos: el descanso, la comida juntos, la salida al parque o al campo, la vista a los abuelos, la visita a una persona enferma...Pero si falya elamor, falta la alegría, falta la fiesta, y el amor nos lo da siempre Jesús: Él es la fuente inagotable. Allí Él, en el Sacramento, nos da su Palabra y nos da el Pan de vida, para que nuestra alegría llegue a plenitud” (Francisco, 26-X-2013).

La familia vuelve a ser tema de actualidad; y lo será siempre. Sencillamente porque sin la familia, la sociedad desaparecería; porque sin la familia el hombre perdería el sentido de su situación en el mundo; porque sin la familia, el hombre no aprendería a Amar, con mayúscula, y la tierra se convertiría en un cementerio de sangre y odio; o de indiferencia egoísta, que vendría a ser lo mismo.

¿Qué familia? Una parte de nuestros contemporáneos se han lanzado a la tarea de “inventar la familia”; de “remodelar la familia”, etc., y para eso hablan de “familia tradicional”, “familia moderna”; “familia de género”, etc., etc. No caigamos en la trampa del lenguaje.

La familia es familia, sin adjetivos. No existe la “familia tradicional” al lado de otras que sean más o menos “tradicionales” o “des-tradicionales”. Existe la familia, que se origina  en el amor de un hombre y de una mujer, y en la que crecen y se desarrollan los hijos. La Familia no tiene sustituto alguno. O es, o no es.

Podrá ser mejor o peor; podrá vivir de una manera o de otra; podrá realizar mejor o peor la armonía cariñosa entre los esposos, los hijos, etc.; no dejaría de ser, en cualquier caso, una Familia. Les leyes civiles podrán establecer una cosa u otra, y llegar a seguir los pasos de Calígula, que declaró Senador Romano a su propio caballo, y establecer el derecho de un “perro”, de un “gato” a formar una “familia” con su cuidador o con su cuidadora, por no ofender al perro y al gato, llamando propietario a su cuidador.

Los manejos del lenguaje no cambian la realidad, que es anterior al hombre y a su lenguaje. Y tampoco las “leyes”, el “lenguaje” cambia la realidad del matrimonio, de la Familia.

“El matrimonio es un sacramento del Creador del universo; por tanto, ha sido inscrito precisamente en el ser humano mismo, que está orientado hacia ese camino” (Benedicto  XVI)

 

 “La familia es el ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y a recibir amor” (Benedicto XVI).

“Los esposos deben aprender juntos a seguir adelante, también por amor a los hijos, y así conocerse de nuevo, amarse de nuevo, con un amor mucho más profundo, mucho más verdadero. Así, en un camino largo, con sus sufrimientos, realmente madura el amor” (Benedicto XVI).

La fiesta de a Sagrada Familia es un clamor de toda la Iglesia, que clama al cielo para que el Amor de Dios reverdezca en cada familia y, muy especialmente, en todas las familias cristianas, esas familias  nacidas en el Sacramento del Matrimonio.

“El sacramento del matrimonio no es una invención de la Iglesia; en realidad fue creado juntamente con el hombre como tal, como fruto del dinamismo del amor, en el que el hombre y la mujer se encuentran mutuamente y así encuentran también al Creador que los llamó al amor” (Benedicto XVI).

Es tiempo de recordar la grandeza única de la Familia, y de su misión. Es en la Familia donde la llama del Amor que ha creado el mundo, y lo sostiene, permanece viva hasta el fin del tiempo. Es en la Familia donde la llama del Amor a Dios; la llama del Amor a los hombres, nace y se desarrolla en el corazón de los hombres y de las mujeres que han aprendido a amar en el amor que han visto hecho vida en sus padres, en sus hermanos.

San Josemaría lo supo decir con estas palabras: “El matrimonio, para un cristiano, es una auténtica vocación sobrenatural. Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia (...), signo sagrado que santifica, acción de Jesús, que invade el alma de los que se casa y les invita a seguirle, transformando toda la vida matrimonial en un andar divino en la tierra”.

Erensto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com


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