¿De rodillas?

Oración delante del Sagrario.
Oración delante del Sagrario.

En el himno a la humillación de Cristo, que san Pablo recoge en la carta a los Filipenses,1, 5-11, se leen estas palabras:

Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble//

en los cielos, en la tierra y en los abismos, //

Y toda lengua confiese:

“¡Jesucristo es el Señor!”.

Al entrar en una iglesia la primera vez que atravesaba sus puertas, estas palabras me vinieron a la cabeza, al darme cuenta de un detalle. El edificio era relativamente moderno, llevaba pocos años desde su inauguración, y acogía una parroquia situada en un barrio más bien populoso de una ciudad en torno a los 300.000 habitantes.

Y el detalle que me sorprendió fue el siguiente. Los bancos estaban muy bien alineados, y todos confluían hacia el altar mayor. La visibilidad para poder seguir, y vivir con atención al sacerdote que celebrase en el altar, era perfecta.  Faltaba, sin embargo, un detalle que había visto en todas las iglesias de diversas ciudades, desde mis primeros años de tomar conciencia de lo que veían mis ojos.

¿Qué faltaba?  Ningún banco tenía nada que pudiera servir de reclinatorio sobre el que arrodillarse y vivir, de rodillas, unos momentos de adoración ante el Santísimo Sacramento. Quien quisiera doblar las rodillas tenía que hacerlo directamente sobre el suelo de mármol.

Una mujer que salió de lo que yo me supuse que sería la sacristía, pasó delante del Sagrario sin hacer el mínimo gesto que pudiera manifestar su fe en que estaba pasando delante de Jesús Sacramentado. Lo mismo aconteció con un hombre que, por la indumentaria que lo cubría, bien podía ser un sacristán, o el mismo sacerdote porque llevaba una cadena con una cruz rodeando su cuello.

 

Me vino a la cabeza una fotografía que dio la vuelta al mundo. Benedicto XVI arrodillado delante de la Custodia de Herrera de la Catedral de Toledo, adorando al Santísimo Sacramento después de la tormenta que azotó Cuatro Vientos durante la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, el año 2011.

Entre las figuras de los pastores, de los reyes magos, y de otros personajes que van a contemplar al Niño Jesús en el portal de Belén, y que adornan los nacimientos del tiempo de Navidad, se suelen ver hombres y mujeres de rodillas que se acercan a besar al Niño Jesús. El cuadro de Murillo es un buen ejemplo.

Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble//

en los cielos, en la tierra y en los abismos,

El doblar la rodilla ante el Sagrario, milenaria tradición de la Iglesia, es un reconocimiento explícito de la Divinidad de Cristo, y de la Fe en su Presencia Real en la Hostia Santa.

Salí de la Iglesia con una cierta pena, rezando para que pronto pusieran reclinatorios adecuados. Y me vino el recuerdo de otra iglesia, en otra ciudad, que también en tiempos de pandemia, había mantenido la baranda con reclinatorio que separaba el presbiterio del resto del templo. A esa baranda se acercaban los fieles para recibir al Señor. La mayoría se arrodillaban y lo recibían en la boca, otros, permanecían de pie, y lo recibían, unos en la boca otros en la mano. Todos hacían una reverencia al recibirlo, y regresaban a su lugar en silencio, y allí permanecían un rato después de recibir la bendición final de la santa Misa.

Y toda lengua confiese:

“¡Jesucristo es el Señor!”.

¿Tendrá razón Ratzinger cuando escribe?: “Quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse; y una fe o una liturgia que no conociera el acto de arrodillarse estaría mortalmente enferma. Allí donde se ha perdido este gesto, debemos aprenderlo de nuevo, de modo que sigamos orando en la comunión de los apóstoles y mártires, en la comunión de todo el cosmos, en unidad con el mismo Jesucristo” (Obras completas, vol. XI, pág. 111).

ernesto.julia@gmail.com

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