Conversión en tres notas

Nacimiento.
Nacimiento.

 

 

Nos estamos preparando para celebrar la Encarnación del Hijo de Dios. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad se ha hecho hombre. La Encarnación se celebra en el Cielo y en la tierra; y los cristianos celebramos en estos días la alegría de Dios de hacerse hombre, para redimirnos del pecado, vivir con nosotros y en nosotros, y que nosotros podamos vivir en Él y con Él.

Estas fechas me han parecido un buen momento para recordar la conversión de Malcolm Muggeridge, intelectual y periodista inglés que fue recibido en la Iglesia Católica en noviembre de 1982. Una conversión que giró en torno a la Navidad, a la Encarnación, y que él mismo nos cuenta en “Conversión. Un viaje espiritual"

La primera nota sinfónica: encuentro con Cristo en la tierra que Él habitó.

“En el transcurso de la filmación de “La tierra santa” durante la cual tuve ocasión de comprobar por mí mismo la realidad de la soledad de Jesús en el desierto, visité la Iglesia de la Natividad en Belén. Y fue allí donde recibí la primera insinuación a la conversión: una sensación mística, una sensación de ser algo más, de otro modo de vida no conectado con los propósitos e intenciones del ego (…) ¿Quién sino un loco crédulo podía suponer que el lugar señalado en la cripta con una cruz de plata era verdaderamente el sitio donde nació Jesús?”

“Y sin embargo, en cada rostro se notaba el reflejo de una cierta transfiguración por la experiencia de estar en el lugar en que se supone ocurrió el nacimiento de Jesús. ¡Aquí fue donde ocurrió!, parecían decir todos. ¡Aquí vino al mundo! ¡Aquí lo encontraremos! En aquel lugar desaparecían la simple y frívola curiosidad, la despreocupación. Una vez más, en aquel lugar brillaba la gloria, y las voces angélicas proclamaban. ¡Hoy ha nacido entre nosotros… un Salvador, que es Cristo, el Señor! Transformando el simple lugar de atracción turística en un auténtico santuario”.

La segunda nota sinfónica, el encuentro con el amor de Cristo en la Encarnación, después de años de encontrarse con Madre Teresa de Calcuta que le escribió este párrafo:

“El amor personal que Cristo tiene por usted es infinito; las pequeñas dificultades que encuentra en el seno de la Iglesia son finitas. Supera lo finito con lo infinito. Cristo le ha creado a usted porque lo necesita. Yo sé lo que usted siente: unas tremendas ansias, a la vez que un oscuro vacío; y sin embargo, Él es el único enamorado de usted”.

La luz que le dejaron estas palabras, luz que fue enriqueciendo los matices de su mirada a la realidad del mundo durante algún tiempo, le llevaron a escribir estas palabras en las que eleva su mirada al Cielo, y rechazar el misterio de la Iglesia, el misterio del amor de Dios, tratando de acomodarla al “espíritu del tiempo”, a “términos humanísticos”.

“En cuanto se refiere al misterio de la Encarnación, yo creo firmemente en él. Creo que Dios se hizo Hombre para que pudiéramos llegar hasta Él, y que el drama que encierra la Encarnación, descrito en el Credo, sucedió así.  Y acepto este drama como la clave de toda la historia. Si se me pregunta. ¿Cree que Jesús nació en el seno de una virgen?, respondo: “Sí, lo creo porque pienso que el drama así lo requiere”. (…) Las grandes verdades que la Iglesia ha santificado a través de los siglos son verdades artísticas, mucho más verdaderas que cualquier otro tipo de verdad.  Lo peor que podría acontecer a la religión cristiana su probabilidad en términos humanísticos. Sería desastroso. Para mí, abrazar el Cristianismo es una cuestión de fe, no de pruebas racionales, pero al mismo tiempo, de una razonable fe. Si se acepta el salto inicial de la Encarnación, se sigue de ello todo lo demás”.

 

¿Cómo de ese encuentro con la Encarnación se siguió todo lo demás? ¿Cuál fue la tercera nota sinfónica?

El amor de Cristo a los hombres, Malcolm Muggeridge lo ha encontrado no sólo en el amor de Madre Teresa de Calcuta a los hombres y mujeres que recoge cada día de la calle, los cuida, los recoge en el hospital, y los ama como Cristo los ama, y muchos de ellos reaccionan pidiéndole a las monjas el bautismo, la conversión; sino también en el amor de la Iglesia a la vida humana, una vida que Cristo quiere compartir:

“Fue la firme postura de la Iglesia Católica en relación con la contracepción y el aborto lo que finalmente me decidió a ser católico (…) La posición de la Iglesia Católica en este punto es absolutamente correcta. Se opone a la regulación de los nacimientos en consideración a su honor eterno. Pienso que, históricamente, el mundo reconocerá que esta postura ha supuesto un gallardo esfuerzo para evitar un desastre moral. (…) El camino del Amor es el camino de la luz y únicamente a través de la Cruz es como llegaremos a la Resurrección”.

La Luz de Quien vamos a adorar recién nacido en Belén sigue iluminando desde la Cruz y la Resurrección, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

ernesto.julia@gmail.com

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