Caminar juntos (II)

Misa en el Vaticano.
Misa en el Vaticano.

En el n. 3 del Instrumentum laboris se lee: “Caminar juntos como Pueblo de Dios, en fidelidad a la misión que el Señor ha confiado a la Iglesia, el don y el fruto que pedimos para la próxima Asamblea”.

Un buen deseo, sin duda alguna; pero si seguimos leyendo el n. 4 surge casi inmediatamente una seria duda: ¿se está hablando verdaderamente de la Iglesia de Cristo, o se está tratando de inventar una “nueva iglesia” de no se sabe quién?

“El camino recorrido hasta ahora, y en particular la etapa continental, ha permitido también identificar y compartir las peculiaridades de las situaciones que vive la Iglesia en las diferentes regiones del mundo: de las excesivas guerras que tiñen de sangre nuestro planeta y exigen un renovado compromiso para la construcción de una paz justa, a la amenaza que representa el cambio climático con la consiguiente prioridad del cuidado de la casa común; de un sistema económico que produce explotación, desigualdad y “descarte”, a la presión uniformadora del colonialismo cultural que aplasta a las minorías; de la experiencia de sufrir persecución hasta el martirio, a una emigración que vacía progresivamente las comunidades, amenazando su propia supervivencia; del creciente pluralismo cultural que marca hoy todo el planeta, a la experiencia de comunidades cristianas que representan minorías dispersas dentro del país en el que viven, hasta la experiencia de enfrentarse a una secularización cada vez más intensa, y a veces agresiva, que parece considerar irrelevante la experiencia religiosa, pero que no deja de tener sed de la Buena Nueva del Evangelio”.

¿Son esos los verdaderos problemas con los que se enfrenta la Iglesia? ¿Una Iglesia que tenga con fin primordial ocuparse de todas esas cosas, es algo más que una ong? ¿Es una Iglesia fundada por Cristo, Único Redentor y Salvador, Dios y hombre verdadero, “Camino, Verdad y Vida”: o es una iglesia inventada por unos cuantos que se apropian, sin que nadie les haya dado ningún derecho, del nombre de cristianos?

Ese texto del Instrumentum laboris me ha traído a la mente unas consideraciones del entonces cardenal Ratzinger en 1985.

“Mi impresión es que se está perdiendo imperceptiblemente el sentido auténticamente católico de la realidad “Iglesia”, sin rechazarlo de manera expresa. Muchos no creen ya que se trate de una realidad querida por el mismo Señor. Para algunos teólogos, la Iglesia no es más que una construcción humana, un instrumento creado por nosotros y que, en consecuencia, nosotros mismos podemos reorganizar a tenor de las exigencias del momento". (Ratzinger, Informe sobre la Fe, Bac.  Popular, Madrid 1985, págs. 53-54). 

El Catecismo de la Iglesia Católica es bastante claro cuando afirma la realidad de la Iglesia, fundada por Cristo.

“La Iglesia es a la vez camino y término del designio de Dios: prefigurada en la creación, preparada en la Antigua Alianza, fundada por las palabras y las obras de Jesucristo, realizada por su Cruz redentora y su Resurrección se manifiesta como misterio de salvación por la efusión del Espíritu Santo. Quedará consumada en la gloria del Cielo como asamblea de todos los redimidos en de la tierra”. (Catecismo n. 778).

“La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres”. (Catecismo, n. 780)

 

Una Iglesia que habla en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. que reafirma la Fe y la Moral que Cristo enseñó para que el anuncio de la salvación llegue hasta el último rincón del mundo.

Si se nos invita a “caminar juntos” hablando de cualquier cosa, “escuchando” lo que a cada uno se le ocurra, y para seguir tratando de cuestiones ya aclaradas por el Magisterio de la Iglesia de Cristo –ordenaciones de mujeres, homosexualidad, familias no nacidas de un hombre y de una mujer, etc., etc.- sin querer calmar la sed de Cristo que el papa Francisco nos anima a saciar con “la alegría del Evangelio”; ¿la invitación puede venir de la Iglesia fundada por Cristo? Evidentemente, cabe una seria duda,

“No vamos a cantar, ni a hablar, ni a hacer “nacer una nueva iglesia”. Esa debe ser la premisa que guíe el “proceso sinodal” mundial que está previsto que culmine en Roma en octubre de 2023 y octubre de 2024, si queremos que estos ejercicios den frutos evangélicos y espirituales” (George Weigel).

ernesto.julia@gmail.com

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