¿Manipulando a Jesucristo?

En mi anterior artículo sobre los “discernimientos” que algunos pretenden utilizar para interpretar las palabras de Jesús que nos han transmitido los Evangelios, recogí la primera parte de una frase de un eclesiástico romano, que ha sido muy comentada, y criticada. Hoy recojo la frase entera, y comento la segunda parte.

El entrevistador pregunta:

“El cardenal Müller, Prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, ha dicho a propósito del matrimonio que las palabras de Jesús son muy claras y que “ningún poder en el cielo y en la tierra, ni un Ángel ni el Papa, ni un concilio ni una ley de los obispos, tiene la facultad de modificarlas”.

La respuesta del eclesiástico es la siguiente:

“Antes que nada sería necesario comenzar una buena reflexión sobre lo que verdaderamente dijo Jesús. En esa época nadie tenía una grabadora para registrar sus palabras. Lo que se sabe es que las palabras de Jesús hay que ponerlas en contexto, están expresadas con un lenguaje, en un ambiente concreto, están dirigidas a alguien determinado”.

La pregunta que surge inmediatamente se puede dar por descontada:

Si hay que examinar todas las palabras de Jesús y reconducirlas a su contexto histórico ¿significa que no tienen un valor absoluto y para los hombres y mujeres de todos los tiempos, de todas las generaciones, hasta el fin de los siglos?

Las afirmaciones de este eclesiástico se pueden aplicar tranquilamente a los discursos de un político, de un sociólogo, de un novelista, de un historiador, etc, etc., Pero, ¿se pueden aplicar a las palabras de Dios hecho hombre, Jesucristo, el único Salvador de toda la humanidad?

San Pedro ya lo dijo con toda claridad, cuando ante las palabras de Cristo que anunciaban la Eucaristía, y ante las que una gran parte de los seguidores de Cristo decidieron abandonarlo, el Señor preguntó a los Apóstoles si ellos también querían irse, Pedro contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.

 

Y las palabras de Pedro siguen teniendo el mismo valor, entonces que hoy, y lo tendrán siempre. A Pedro no se le ocurre cuestionar a Jesús y tratar de que se explique de modo que lo “entiendan” todos. El misterio de la Eucaristía sigue siendo tan inexplicable como lo era entonces, y como lo será siempre; y no por eso, deja de ser vida para todos los creyentes de entonces, de hoy y de siempre.

“Palabras de vida eterna”. Las palabras de Cristo han renovado civilizaciones, culturas en todas partes del mundo, y de lo más diversas entre sí. A Cristo lo han entendido japoneses, chinos, romanos, ingleses, españoles, congoleses, keniatas, nigerianos, sudafricanos, americanos del norte y del sur. No hay, ni ha habido, ni habrá, raza, cultura, civilización que no pueda ser vivificada, redimida, con las “palabras de vida eterna”, que Jesús ha traído al mundo, y nos ha dado a conocer.

Tratar de quitar valor eterno, verdad eterna y absoluta a las palabras de Cristo, y querer “interpretarlas”, “manipularlas”, “discernirlas”, según los “espíritus” de esta o de aquella civilización o cultura, es sencillamente, no sólo relativizarlas, sino negarles toda relación con Dios, toda la Verdad de Dios, del Amor de Dios, que Cristo vino a revelarnos.

La Iglesia ha mantenido vivas esas “palabras de vida eterna” en el corazón y en la inteligencia de los fieles, a lo largo de sus dos mil años de historia. Algunas veces con mayor éxito, otras en medio de tribulaciones no pequeñas. El Espíritu Santo ha dado siempre luz para que, no obstante los errores humanos que se han cometido en la Iglesia, la Verdad de las palabras de Cristo no desaparezca nunca.

“Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis sobrellevarlas ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia toda la verdad., pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir” (Juan, 16, 12-13).

Es el Espíritu Santo, y no los “manipuladores de turno”, Quien se encargará de hacer llegar a todos los pueblos, todas las civilizaciones, todas las culturas que poblarán la tierra, las “Palabras de Vida eterna” de Jesucristo.

ernesto.julia@gmail.com


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