Asaltos a la Cabalgata

Los Reyes Magos han vuelto a recorrer las calles de muchas ciudades en paz, en orden; y a final de su camino han llegado, sanos y salvos, al Portal de Belén. Han encontrado al Niño Jesús, en brazos de su Madre, la Santa Virgen María; le han ofrecido los dones que le habían preparado; y, sobre todo, se han arrodillado delante de aquel Niño, sabiendo que estaban adorando a Dios.

Los Tres se alegraron con toda el alma por haber visto al recién nacido Dios hecho hombre, y avisados en sueños por un Ángel -que siguen tan vivos como siempre- regresaron gozosos directamente a su tierra, sin devolver la visita a Herodes.

Los cristianos hemos querido vivir estos días con el espíritu que Jesús Arellano reflejó tan bien en estas líneas:

“Por los senderos de la fe hemos seguido -entre seriedad y broma- el camino de los Magos, que serpentea a través de los corazones. En el alma nueva de los niños el paso de los Reyes deja una estela luminosa. En nosotros habrá quedado prendado, al menos, un jirón de ella, una nueva limpieza de la mirada, lista para alcanzar, en uno de los aspectos de su entera belleza, la visión del misterio de Cristo” ( “Los Reyes Magos son verdad”).

Y con este espíritu han nacido todas las Cabalgatas de los Reyes Magos en todos los rincones de la tierra, y así se han vivido años y años, con la alegría de los niños, el gozo de los padres y abuelos, y la alegría del Niño Jesús.

Este año ha habido una especie de “asalto a la cabalgata” en varios lugares de este país. ¿Por qué?

Los Reyes Magos buscaban a Cristo, y con toda claridad y confianza, preguntaron a Herodes, que les indicase el camino hasta Belén. Herodes se lo señaló en la esperanza de que así descubriría a Aquel que pensaba era su enemigo, y tendría oportunidad de eliminarlo.

En unas ciudades, la Cabalgata ha sufrido algunos percances, y se ha encontrado en su peregrinar con pequeños herodes – los “herodes” de turno son siempre muy “pequeños” y un tanto retrógrados, disfrazados de “progres”, que es la mejor forma de ser retrógrado-, que han querido robar a los Reyes Magos los regalos que llevaban al Niño Jesús, y han hecho todo lo que estaba en su mano para que los participantes en la cabalgata no llegaran a ningún portal de Belén y, lógicamente, nadie adorara a Dios recién nacido.

Los herodes de hoy han dirigido la cabalgata -de la que ya habían eliminado a los Reyes Magos- no hacia Belén, sino hacia la plaza de algún que otro ayuntamiento, y allí no encontraron a nadie que valiera la pena saludar, y cubrieron el tiempo en las tabernas de la plaza haciendo, en plan “progre”, el ridículo.

 

“La cabalgata de este año estará llena de artistas experimentales y del mundillo alternativo, todos los putos “outsiders” -perdón por las palabras- nos encargaremos de que usted pase una fiesta de los reyes magos inolvidable y fantástica”. Así comentaba el espectáculo que estaba montando un “artista” encargado de adornar la cabalgata de un barrio de una ciudad grande.

No sé que entiende este “artista” por “fiesta inolvidable y fantástica” y, por supuesto, lo que no sabe es que para el Niño Jesús nadie es “outsider”, y mucho menos el adjetivo que le precede.

En otro municipio no se les ha ocurrido otra cosa que sustituir a los Reyes Magos que iban a adorar al Niño Jesús, por tres señoras que respondían a los nombres de Libertad, Igualdad, Fraternidad y que, por supuesto, no manifestaron el más mínimo interés en saludar, y mucho menos adorar, al Niño Jesús.

Hechos de crónica, podríamos decir, que hoy son noticia y mañana desparecen, mientras que los Reyes Magos permanecen siempre. Estos “asaltos” a la Cabalgata, sin embargo, hacen pensar.

¿Por qué los hacen? ¿Por qué pretenden “manipular” la historia? ¿Por qué quieren hacer desaparecer al Niño Jesús? ¿Por qué un ayuntamiento -¿no es una organización laica, y no hay separación entre Iglesia y Estado?- que se tiene que ocupar del buen orden de la ciudad, ha de organizar una Cabalgata que recuerda un acontecimiento religioso: la adoración del Hijo de Dios hecho hombre por sabios venidos de más allá de las fronteras del pueblo judío?

Caravanas, desfiles de cualquier tipo, cortejos con música y sin música, charangas de todo formato se pueden organizar en cualquier época del año. ¿Por qué no dejar plena iniciativa a la Iglesia, a las parroquias, a las asociaciones de vecinos que quieran verdaderamente hacer una Cabalgata de pleno sentido cristiano, para que organicen este acontecimiento con su verdadero sentido y significado: adorar al Niño Dios y llevar regalos y cariño a niños huérfanos, niños necesitados de un cariño que sólo con el Niño Jesús, y en Su nombre, se les puede dar? ¿Por qué estropear ese buen ambiente de Navidad, de acogida del hombre a Dios que nace, montando simulacros y charangas semejantes? ¿Es que se tiene miedo al caminar de “Dios hecho hombre” por las sendas de la tierra?

“La cabalgata es un acontecimiento popular”, dicen algunos. No lo niego. ¿Sólo “popular”? La mejor respuesta a esa afirmación la ha hecho una niña de 9 años después de haber visto la “cabalgata” de Valencia:

“Papa, ya hemos visto a esas tres “viejas”. ¿Cuándo vamos a ver a los Reyes Magos y al Niño Jesús?”.

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com

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