La verdad del amor humano

Yo, hoy, me quedo con los nn. 6 y 24, después de señalar el reconocimiento que expresan los obispos por la movilización de la sociedad en defensa de la vida: "Cabe destacar las multitudinarias manifestaciones de los últimos tiempos en favor de la vida, las Jornadas de la Familia, el incremento de las objeciones de conciencia por parte de los profesionales de la medicina que se niegan a practicar el aborto, la creación de redes sociales en defensa del derecho a la maternidad, etc". Razones para la esperanza son también las reacciones de tantos padres ante la ley sobre "la educación para la ciudadanía".

¿Qué dice el n. 6?

"Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (1 Jn 4, 16). Estas palabras expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana. Dios ha elegido la vía maestra del amor para revelarse a los hombres. El amor posee una luz y da una capacidad de visión que hace percibir la realidad de un modo nuevo".

¿Qué añade el n. 24?

"Dios se ha servido del amor esponsal para revelar su amor hacia el pueblo elegido. Tanto el matrimonio como la virginidad, en su forma propia, son una concretización de la verdad más profunda del hombre, de su ser "imagen de Dios"".

La verdad del amor humano ha quedado muy bien reflejada, "revelada" en la muerte de Barbara Castro García, que ha dado su vida, y son palabras de su esposo: "Por amor hacia su hija, hacía mí y hacia Dios", y bien consciente de que estaba dando "un claro testimonio" de ser "imagen de Dios", "imagen de Cristo" que da su vida para que los hombres tengamos vida, y "en abundancia".

Hace apenas unas semanas leímos la noticia de la muerte de Chiara Corbella, madre italiana, muerta al retrasar el tratamiento de un cáncer que podría haber afectado a su tercer níño, después de haber dado a luz a otras dos criaturas fallecidas apenas ver la luz, y ser bautizadas.

Hoy es Bárbara, una esposa, una madre cordobesa, que ha dado su vida para dar vida a Barbarita, la hija que ha crecido en su seno y que ha acompañado la muerte de su madre con apenas año y medio de vida.

Mi mujer dijo desde el principio "que nuestra hija nacería el día que Dios quisiera, ni uno antes".

 

El cáncer en la lengua, que le detectaron estando ya embarazada, no se pudo tratar con todos los medios disponibles hasta el nacimiento de la pequeña. Existía el peligro de que el tratamiento afectara a la criatura –un ser humano; una persona; una hija de Dios- y Bárbara no quiso correr el mínimo riesgo. Primero, el nacimiento de su hija; después, el tratamiento de su salud.

Han sido cerca de dos años de lucha, y al final, la enfermedad pudo más. Recojo el texto de una noticia sobre este caso: "Cuenta Ignacio (el marido) que Bárbara y él intuían ya que su historia, su sufrimiento, serviría para dar testimonio, para hacer ver a los demás la fuerza que da el amor de Dios. Rezaban mañana y noche y soñaban con el final del desierto del sufrimiento". Y quizá –añado yo- vislumbraban también que el final estaba en el Cielo.

Y la historia ha dado testimonio, y lo seguirá dando. Yo creo en la Comunión de los Santos. Y me alegré cuando los ciudadanos de Liechtenstein mantuvieron, por referéndum y por grande mayoría, el derecho del monarca de vetar una posible ley de aborto. El pueblo quiso ponerse a salvo de las veleidades ideologógicas de gobernantes de turno sin conciencia.

Bárbara, y los votantes de Liechtenstein saben –porque Bárbara vive- que el derecho a nacer de cualquier ser humano, fruto de la "verdad del amor humano", hijo de Dios, "imagen de Dios", está por encima de cualquier texto legal, de cualquier imposición de políticos "sin conciencia".

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com

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