¿Quién tiene miedo a la sonrisa del Niño Jesús?

En Jesús de Nazaret, Dios muestra su rostro y le pide al hombre la decisión de reconocerlo y seguirlo. La revelación de Dios en la historia, para entrar en una relación de diálogo de amor con el hombre, le da un nuevo significado a la entera experiencia humana. La historia no es una simple sucesión de siglos, años, y de días, sino que es el tiempo de una presencia que le da pleno sentido y la abre a una esperanza sólida" (12-XII-2012)

¿Quién tiene miedo a esa presencia de Dios en la historia de los hombres y en la vida de cada uno, que nos recuerda Benedicto XVI?

No tiemblan los pastores quienes, despertados en medio de la noche, bajaron presurosos a comprobar el mensaje del Ángel. Estaban convencidos de que los Ángeles no eran visiones; y pudieron apreciar con sus propios ojos que el Niño anunciado era de carne y hueso, que estaba envuelto en pañales y se abrigaba al calor de su Madre. Y les sonreía. Ellos fueron los primeros en contemplar la escena que Luis de Góngora refleja con tanta delicadeza: "Caído se le ha un clavel// hoy a la Aurora del seno// ¡qué glorioso que está el heno, porque ha caído sobre él!"

Hay también muchas personas que tampoco tienen miedo a la Navidad, sencillamente porque aún no han tenido la dicha de recibir la noticia del gran acontecimiento.

La pena es que quedan todavía, esparcidos por todo el mundo, lejos de tierras cristianas, y en medio de tierras y culturas ya regadas con el espíritu de Belén, muchos hombres y mujeres que no pueden, o no quieren, cantar con sencillez aquellos versos tan menudos de Lope de Vega: "Norabuena vengáis al mundo, // niño de perlas; // que sin vuestra vista// no hay hora buena". ¿Por qué?

Ante la noticia reciente de una orden de la Generalidad valenciana -¿no tiene nada mejor a qué dedicarse esta Generalidad?- prohibiendo la celebración de la Misa de la patrona, Santa Catalina en un colegio público, me vino al recuerdo un decreto semejante de hace años del gobierno provincial de Cantón, en China. A aquellos gobernantes se les ocurrió que los cristianos sólo podían celebrar la Navidad –el gran acontecimiento- dentro de sus iglesias. No les estaban permitidas manifestaciones externas de ningún tipo.

La historia no es nueva, y se volverá a repetir muchas veces hasta el fin del caminar del hombre sobre la tierra Y sin embargo no parece una actitud consecuente: desde el punto de vista de los gobernantes de China, Jesús sería un hombre cualquiera, ¿por qué, entonces, temer que su recuerdo pueda provocar cualquier tipo de acontecimiento peligro para la estabilidad del poder constituido?

¿Vale la misma pregunta para los gobernantes de la Generalidad valenciana de hoy? ¿A quién tienen miedo?

Al oír hablar de Belén, del nacimiento del Hijo de Dios, a quien María Virgen, su madre, recuesta en una cuna después de envolverlo en pañales, quizá algunos gobernantes de hoy tiemblen como Herodes. La duda de si ese Niño, Jesús, será "algo más que un hombre", les impide conciliar tranquilamente el sueño.

 

Con esas ordenes, con esos decretos lo único que consiguen es cerrar sus oídos a las voces del Niño, y sus ojos a la sonrisa del Recién Nacido. Y jamás encontrarán sentido a sus vidas, a sus "gobiernos", sencillamente porque no vivirán la alegría de tantos millones de hombres y de mujeres que, en todo el mundo, en los rincones más recónditos del planeta, nos acercaremos, en el silencio del espíritu, a este misterio del Hijo de Dios hecho hombre; y quizá muchos viviremos ese amoroso temblor de siglos que movió la pluma de Juan Ramón Jiménez:

"Me desvelé. Salí. Vi huellas // celestes por el suelo // florecido // como un cielo// invertido. // Abrí el establo a ver si estaba// Él allí. // -Estaba!

ernesto.julia@gmail.com

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