En espera del Año de la Fe

De la misma manera, el sacerdote que sólo sea un funcionario social puede ser reemplazado por psicoterapeutas y otros especialistas. Pero seguirá siendo aún necesario el sacerdote que en nombre de Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia".

Palabras de una conferencia del entonces prof. Ratzinger, en el año 1970, que siguen siendo hoy tan actuales como entonces.

Leo que Salvador Bernal se preocupa del laicismo que quiera introducir Hollande en la sociedad francesa. Entiendo su preocupación, y a la vez, me parece que no vale la pena prestar mucha atención a esos intentos. Con el aborto reconocido como "derecho", con "derechos" reconocidos para destrozar familias, el cáncer está asentado en el corazón de una Europa que, como tal, hace ya casi cien años que ha desaparecido.

La metástasis que conduce paso a paso al suicido programado de la sociedad europea lleva ya muchos años en actividad, y ha ido cercenando lo que quedaba de los fundamentos cristianos y humanos. El que todas esas construcciones lleguen a la podredumbre total, es ya sólo cuestión de tiempo.

¿Visión pesimista? En absoluto.

Sencillamente, la convicción de que lo que vale de verdad la pena no es reconstruir; si no volver a empezar reverdeciendo los mismos fundamentos. Y construir, no sobre las ruinas, porque ni siquiera quedaran ruinas: quedará sencillamente el desierto. Se habla de "nueva-evangelización", y no de "re-envalegizar".

A 50 años de esas palabras, Benedicto XVI lanza un Año de la Fe. ¿Por qué?

"Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado", dice en la convocatoria de ese Año. Ya en el 2003, Juan Pablo II había señalado: "La cultura europea da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera".

Benedicto XVI sabe que para volver a construir una nueva sociedad en Europa se necesitan cristianos con Fe. Sin Fe en la vida eterna el hombre ni ha construido, ni construirá jamás una civilización, una cultura en la tierra. El simple dominio de la técnica no da lugar a una civilización.

 

Con Fe, el cristiano ha revitalizado culturas y civilizaciones en todos los rincones del mundo. Y el Papa está convencido de que es la Iglesia de la Fe la que dará vida de nuevo a esos fundamentos. La Iglesia: "de la Fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin. (...) Esta Iglesia florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte".

La laicidad es cristiana, y por tanto, engendradora de vida y de amor. El laicismo es ateo, y por tanto, engendrador de esterilidad y de vacío. Un hombre estéril y vacío ni origina vida, ni construye para el futuro.

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com

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