La belleza habla de Dios

Es de los grandes artistas osar. Y Miguel Ángel ciertamente ha osado. A 500 años de su inauguración, de su presentación al Papa y al pueblo romano, la Capilla Sixtina sigue siendo el centro de atracción de Roma, con más de cinco millones de personas que la contemplan cada año.

Benedicto XVI, en su estancia en la Sagrada Familia de Barcelona hizo un comentario que bien podemos aplicar íntegro a la osadía de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina:

"Gaudí hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó Antonio Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres. La belleza es la gran necesidad del hombre, es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca el egoísmo".

Los pintores autores de los cuadros de las paredes norte y sur de la Capilla, con escenas de las vidas de Moisés y de Jesucristo, Pietro Perugino, Sandro Botticelli, Cosimo Rosselli y Domenico Ghirlandaio, plasman la belleza de una historia vista con ojos de hombres, en la realidad de la temporalidad de los años y de los tiempos.

Miguel Ángel osa hasta límites que hacen recordar las palabras del poeta inglés John Keats: "La belleza es verdad y la verdad belleza, no hace falta saber más que esto en la Tierra", y las supera: de la tierra salta al Cielo: quiere plasmar al Eterno, a la eternidad.

¿Qué luz iluminó los ojos de Miguel Ángel para pintar la Creación del hombre, en el centro del techo de la Capilla? ¿Qué dolor habrá pasado por el alma del artista al plasmar la expulsión de Adán y de Eva del Paraíso?

Muchas personas que visitan la Capilla quizá nunca han oído hablar de Cristo, de Moisés, de la Virgen María, de los Ángeles; pero todos, sin duda, y como criaturas de Dios, tienen en el alma una cierta huella de Dios. ¿Descubrirán aquí a Dios Padre, Creador; a Dios Hijo Redentor?

Benedicto XVI dijo también del templo de la Sagrada Familia: "Es un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura, la Belleza misma".

Los visitantes de la Capilla Sixtina guardan un profundo silencio, en espera quizá de descubrir lo que Miguel Ángel ha vivido en su alma, al ir cubriendo los espacios de la cúpula tumbado en el andamio y mirando al cielo.

 

"El silencio en que caemos ante lo bello es un profundo esperar, un querer oír las más finas y lejanas tonalidades; nos conducimos como una persona que fuera todo oídos y ojos; la belleza tiene algo que decirnos, por eso guardamos silencio" (Nietzsche).

Miguel Ángel ha rozado quizá los límites –siempre ampliables, siempre abiertos al infinito- de la capacidad del ser humano, para plasmar el amor de Dios en la mano que da vida a Adán; en el gozo del rostro que abre las puertas del Cielo a los Bienaventurados; en el dolor del rostro de quien abre las puertas del infierno a quienes han rechazado el amor de Dios.

Juan Pablo II comentó a los artistas que, "en toda inspiración auténtica hay una cierta vibración de aquel "soplo" con que el Espíritu creador impregnaba desde el principio la obra de la creación".

Ese "soplo" sigue vivo en la Capilla Sixtina. Nietzsche no descubrió lo que quizá no quería oír: que La belleza verdaderamente revela a Dios.

Ernesto Juliá Díazernesto.julia@gmail.com

Portada
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato