JMJ: Un claro anuncio: jóvenes y ancianos

Quizá T.S. Eliot jamás habrá considerado la posibilidad de que una de sus mejores composiciones poéticas fuera recogida un día en una Encíclica Papal. Y quizá, también si hubiera escrito el poema en nuestros días, ya no habría empleado la palabra "difícilmente"; hubiera dicho sin más: "no sobrevivirán". Y ahí están los hechos para darle razón. Jóvenes sin Fe; ancianos sin Fe.

El Papa Francisco ha llegado a Rio de Janeiro. No ha improvisado el discurso inicial de estas Jornadas Mundiales de la Juventud; y ha dado en pocas palabras un discurso claro y conciso: quiere recuperar la Fe en Cristo de jóvenes y de ancianos.

"No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se ha dado: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón; y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo: "La paz de Cristo esté con vosotros"".

La Fe que da sentido es la Fe en Cristo, Camino, Verdad y Vida. Es la Fe que anuncia la Iglesia desde el primer Pentecostés; y la misma que seguirá anunciando hasta el final de la historia de los hombres sobre la tierra; que habrá final.

En sus primeras palabras, la referencia a Cristo y los jóvenes es el hilo conductor. Ya quedó claro en el lema de estas Jornadas: "Id y haced discípulos a todos los pueblos". Para hacer discípulos, se tienen que llenar de Cristo conocerlo, y amarlo.

"Estos jóvenes provienen de distintos continentes, hablan idiomas diferentes, pertenecen a distintas culturas y, sin embargo, encuentran en Cristo las respuestas a sus más altas y comunes aspiraciones, y pueden saciar el hambre de una verdad clara y de un genuino amor que os una por encima de cualquier diferencia".

En el avión, y antes de llegar a Río, el Papa cuenta también con la influencia evangelizadora de los abuelos, o mejor, de los ancianos.

"Ellos, los jóvenes, son el futuro porque tienen la fuerza, porque llevan adelante a un pueblo. Pero también hay que contar con el otro extremo de la vida, los ancianos...A veces pienso que es una injusticia dejar aparte a los ancianos, como si no tuvieran nada que decirnos. Ellos tienen la sabiduría; la sabiduría de la vida; la sabiduría de la historia, la sabiduría de la patria, la sabiduría de la familia".

El Papa Francisco sabe muy bien que ni todos los jóvenes tienen esa "hambre de una verdad clara y de un genuino amor"; ni todos los ancianos están llenos de esa sabiduría que podría ser luz de los jóvenes, y con ellos, de la sociedad. Y consciente de saberlo, batalla para cambiar los corazones y las mentes de jóvenes y de ancianos.

 

Los abuelos, las abuelas, tienen hoy una gran misión en la transmisión de la fe en Cristo Nuestro Señor, y en el encuentro con Cristo en los Sacramentos.

Estas palabras de su primer discurso me animo a referirlas también a los ancianos. Y así jóvenes y ancianos, ancianos y jóvenes, serán los apóstoles de hoy y del futuro.

"Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con Él, con Cristo. Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión. "Id y haced discípulos"; id más allá de lo humanamente posible, y cread un mundo de hermanos y hermanas".

La gracia de Cristo en la fuerza de los jóvenes, y en la sabiduría de los ancianos.

Ernesto Juliá Díazernesto.julia@gmail.com

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