¿Y qué es la verdad?

Con estas palabras se retiró Pilatos de su diálogo con Jesús. A lo largo de la historia sigue resonando esa pregunta, qué es la verdad?  y la tentación sería decir: a cada cual la suya. Aquí no importa el acuerdo del sujeto con el objeto, sino el acuerdo del sujeto consigo mismo. Se sustituyen los criterios de verdad por los de sinceridad, que nos produce comodidad.

Por qué los jueces van a condenar a un terrorista si lo ha hecho sinceramente, pensando que es un bien para sí o su causa? Sólo lo pueden hacer desde un concepto de verdad. Un embrión jurídicamente no es persona (podría mejorar el código civil con tanto avance técnico), pero es sagrado porque es vida humana, esa es la verdad y el resto demagogia, mentira sucia, por muy sincero que sea el problema que genera un embarazo. Si hay una sociedad ligada a la verdad es la de los creyentes, es lo que podemos compartir, sin imponer.

Pero ojo, el que dice que todo es relativo, debería poner en duda su propia afirmación; que raro es que el que niega la posibilidad de verdad, dude de su premisa, de su inmoralidad o de su irreligión. Este es el centro inconfesado de muchos problemas. El parlamente aprueba un matrimonio de personas del mismo sexo, niega los derechos al feto;  está legislando mentiras.  No puede haber caridad sin verdad. Por eso la verdad escuece y por mucho que se drogue la conciencia, ésta suele rebelarse.

 
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