La providencia

He cambiado de móvil y ando perdido porque me había acostumbrado al antiguo y con la cantidad de funciones que tiene el nuevo me voy aclarando poco a poco. Soy un torpe de libro para cambiar bombillas, para la informática, para las nuevas tecnologías.

Pero a lo que voy, una de las cosas que me gusta y pienso que a mucha gente,  es tener un cierto control sobre las cosas que pasan o van a suceder.  Y es verdad, a pesar de los pesares, el mundo funciona. Un buen amigo me comentaba que de todos modos hay que ser flexible. El estrés y la angustia que pueden llegar a suponer los imprevistos (un alto tanto por ciento de nuestra vida) es muy acusado.

Uno no depende sólo de sí mismo, sino del barrendero, del semáforo, del parquímetro, de la tos del niño, del pie con que te levantaste, de la batería, de las bujías, de la salida adecuada hacia el aeropuerto. Es decir la vida depende de muchos más factores imprevistos que los previstos.

Le llaman suerte, Kairós, casualidad, causalidad, indeterminación, providencia. Por eso es muy bueno, aunque costoso, el abandono en las manos de Dios. A base de cavilar no añadirás ni medio centímetro a tu altura, ni ganarás un sólo pelo. Soy muy impaciente; pido a Dios paciencia, pero seguramente Dios me enviará situaciones para ejercitarme en la paciencia.

Los famosos libros de autoayuda son muchas veces un tanto falsos, pues no cuentan con lo imprevisto. Fulanito se hizo muy rico porque desde joven trabajaba 12 horas y… y  etc.: mentira, hay millones de personas que trabajan más de doce horas y no les va tan bien.

Por eso tres consejos: abandono en las manos de Dios, orden sin rigideces y mucho acudir a los ángeles custodios. Se lo dice un obseso del control.


 
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