Laicidad y laicismo

Estado laico.
Estado laico

El profesor Viladrich en los años 80 desarrolló el concepto de laicidad del Estado, entendiendo por tal que el Estado no es competente en materias religiosas en cuanto tales, que la Fe es libre de Estado, que por supuesto el Estado ni es ateo, ni agnóstico, ni confesional, ni concurre, ni compite, ni sustituye al ciudadano en su creencia religiosa. Por ello la laicidad significa que el Estado en cuanto tal es Estado y se relaciona con el hecho religioso y las confesiones a través del Derecho en su repercusión social y jurídica.

Esto lleva a concluir que el Estado no puede ser agresivo, hostil, laicista frente a la religión. Cosa diferente sería equiparar Estado y sociedad. La sociedad mantiene sus creencias que deben ser tenidas en cuenta por los poderes públicos y reguladas por acuerdos con las confesiones religiosas (en España con la Iglesia católica y, por el momento, con musulmanes, judíos y protestantes). Otro equívoco, a mi entender, es el contraponer laico a confesional o religioso, de tal modo que si eres creyente o cuentas con tus convicciones religiosas, ya no eres laico. Laico lo es el creyente y el no creyente, porque ambos son ciudadanos en plena igualdad, ni más ni menos. Por tanto, personalmente no renuncio a ser laico.

Otro malentendido no casual es pensar que el pensamiento del creyente determina su discurso académico, político, científico; y en cambio el pensamiento “laico” es neutro, científico, objetivo, no sometido más que a la razón. Nada más lejos de la realidad: el pensamiento “laico” está lleno de ideología, concepciones del hombre y la sociedad y, en algunas ocasiones, imbuido de su aparente neutralidad, puede intentar imponerse como un laicismo confesional.

 
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