Un feminismo no castrador. La gran labor de María Calvo Charro.

María Calvo.
María Calvo.

Hace una semana pude asistir a un vídeo brillante, como todos los de la autora, de María Calvo, catedrática de Derecho Administrativo, pero una sabia valiente en la defensa de la igualdad, diferencia y complementariedad de varón y mujer como personas.

El feminismo actual de tercera o cuarta generación es una gran mentira, no científica, que produce serios daños en algunas personas y que tiene como fin acabar con la familia, donde a uno se le quiere por lo que es y no por lo que tiene y sobre todo añade confusión en unos tiempos ya de suyo complicados. Sobre el compromiso serio y estable de un varón y una mujer, que de quererse gratuitamente, convierten el compromiso en relación de justicia y son esposa y esposo, es el mejor modo de abrirse a los hijos y a su educación.

Ideas del tipo: me quiero inseminar porque quiero tener un hijo sin padre; mi pareja varón es sólo el medio para conseguirlo, la desfiguración del padre o del varón como enemigo; la disyuntiva es  o mi trabajo o formar una familia es ,injusta. Y puede llevar a una castración psíquica de la mujer. Cito a María Calvo:

“No es más inteligente el hombre que la mujer ni ésta que aquél; más bien sus cerebros se comportan como complementarios los unos de los otros. Especialmente durante el siglo XIX, los científicos consideraron seriamente la posibilidad de que las mujeres fueran menos inteligentes que los hombres debido al menor tamaño de sus cerebros. Sin embargo, como se ha demostrado por algunos excepcionales trabajos neurológicos, hoy se sabe con certeza que, aunque el cerebro femenino pesa un 15% menos que el de los hombres, tiene regiones que están pobladas por más neuronas, aunque en el caso de la mujer están agrupadas con mayor densidad, como embutidas en un corsé, dentro de un cráneo más pequeño.

Lawrence Cahill (2005), Doctor en Neurociencia y profesor del departamento de Neurobiología de la Universidad de California (Irvine), considera que las investigaciones son concluyentes: los cerebros de hombres y mujeres son diferentes en algunos aspectos, tanto en su arquitectura como en su actividad (lo cual no implica que haya que interpretar esas diferencias en términos de superioridad-inferioridad). El sexo es una variable a tener muy en cuenta.

Los cerebros femenino y masculino, aunque porcentualmente iguales en inteligencia, son notablemente diferentes, en estructura y funcionamiento; estableciendo una conexión incontrovertible entre cerebro, hormonas y comportamiento. Estas variaciones estructurales y funcionales básicas de los cerebros constituyen el fundamento de muchas diferencias cotidianas en el comportamiento y experiencias vitales de hombres y mujeres, y, por supuesto, de nuestros hijos e hijas.

La neurociencia nos muestra cómo hombres y mujeres no nacen como hojas en blanco en las que las experiencias de la infancia marcan la aparición de las personalidades femenina y masculina, sino que, por el contrario, cada uno tiene ciertas dotes naturales. Es la naturaleza la que producirá dos sexos con aspectos diferentes, pero también con cualidades cognitivas diferentes basadas en un cerebro distinto, con una composición química, anatomía, riego sanguíneo y metabolismo muy distintos. Los propios sistemas que utilizamos para producir ideas y emociones, formar recuerdos, conceptualizar e interiorizar experiencias, resolver problemas, donde se ubican nuestras pasiones, percepciones, toda nuestra vida intelectual y emocional, son distintos. En palabras del Dr. Rubia[3]: «Cuando se nace con un cerebro —masculino o femenino— ni la terapia hormonal, ni la cirugía, ni la educación pueden cambiar la identidad del sexo».

Más en http://mcalvocharro.com/, seguiré.

 
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