Un denario por jornal

En la palabra de Dios está toda la sabiduría y seguramente todas las historias de la literatura: fidelidad, traición, impaciencia, amores locos y cuerdos, las grandes preguntas de cada uno y de la historia. Por eso, textos escritos hace dos mil años están llenos de actualidad, que a cada uno toca descubrir, digerir, sedimentar.

La parábola de los trabajadores y el denario me ha parecido siempre contradictoria. Al comienzo del día el padre de familia contrata con unos trabajadores por un denario. Al mediodía con otros, por la tarde con otros y casi cuando anochece con otros, siempre por un denario. Parece lógica la queja de los que trabajan desde la mañana respecto a los que sólo trabajaron un par de horas. No parece justo. Es la queja que he oído muchas veces, "toda la vida fue un vividor y al final de sus días se arrepintió y se salva"; en una mentalidad moderna incluso parece obsceno.

En el fondo es no aceptar la bondad de Dios que perdona y no darse cuenta de que trabajar por Dios desde joven es un privilegio, no una carga. Esos supuestos vividores, adúlteros, “famosetes” no tienen unas vidas tan maravillosas. Es la queja del hermano mayor que estaba con su padre y coge un enfado profundo por la fiesta de hijo pródigo, que empezó en la seda y acabó entre bellotas.

Un amigo me comentaba, las Iglesias están llenas de viejos; sí, es lógico; la debilidad, las fuerzas, los proyectos son muy diferentes a partir de los sesenta o de los cincuenta. No seamos envidiosos. Un ladrón le robó el cielo a Jesús en un instante en la cruz. Y trabajar por Dios y para Dios desde joven es una gracia, un don, una oferta que no se debe rechazar.


 
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