El camino del cielo

Soy un quejica, interior y exterior. Me quejo al Señor, iba a decir que como Santa Teresa, pero no es adecuada la comparación con la Santa.

De todos modos parte de la nueva evangelización es dirigir la mirada Dios, contar con El, que es Creador y Padre y Madre. Todos esperamos, en el fondo, también el ateo cuando cae el avión, que haya algo mejor, más justo, más alegre, más pacífico;  pero el camino del cielo es exigente. Incompatible con comilonas, drogas, poder, riquezas. Voy buscando cancioncillas y posadas para seguir el camino, parecen legítimas. Una vela a Dios, otra al diablo. No se puede. Nos gustaría ser místicos, sin sacrificio, sin esfuerzo, quedando bien con todos (la droga, la revolución, la anarquía, el placer pretenden este sustitutivo y el relativismo la comodidad de la "sinceridad de estar de acuerdo con nosotros mismos").

No basta tener madera de santo, ser  buenecillos; hay que negarse, tomar la cruz, la de cada uno. La vida del hombre es un  duro combate, pero con Dios será victoria siempre. Tú sabes más Señor, me conoces y me amas más que yo a mí.

Estamos en el mes de la Virgen, de la Madre. Me contaba una buena mujer al salir de Misa,  le voy a  contar lo que hacemos las madres:

“Se levantó con un grano en la nariz. Lo vio claramente en el espejo. Uno a uno hasta 18, le dijeron que tenía un grano en la nariz. Fue a comer a casa de su madre. Su madre le dio un beso y no le dijo nada. A los cinco segundos, su madre le dio un tubo de crema: "toma, para el grano". No me digáis que tengo un grano, dadme crema para el grano.


 
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