Navidades laicas, no gracias

Quedan pocos días y ya estamos inmersos en estos días de ajetreo, de ilusión, de luces, de regalar. Pues sí el gran regalo, el único, el definitivo es que Jesús se hace hombre y nos ha asumido como hijos querídisimos, para salvarnos, perdonarnos y llenarnos de alegría. No hay otra.

No dejan de sorprenderme los que pretenden celebrar el solsticio de invierno, los seis meses de la noche de San Juan, -¿vaya otro santo?-, la unidad del género humano, la llegada de refugiados, etc.

Más de una vez he pensado que los españoles somos genéticamente cristianos, e incluso nuestra negación de la religión toma tintes religiosos. Esto demuestra por parte de ciertos políticos un complejo de inferioridad frente al cristianismo. La Iglesia católica, con dos mil años, al margen de la Fe, es la mayor empresa del mundo. Gestiona problemas irresolubles, no se cansa, anima, está con todos y los más débiles de verdad.

Tienen envidia, les gustaría ser obispos, con su teología civil y los sacramentos empezando por el matrimonio, Napoleón fue el primero en introducirlo para competir con la Iglesia, hasta el bautismo civil, impracticable por falta de horario. No es que la Iglesia se ponga al día, que no debe, sino que el mundo quiere ser Iglesia y salvar, y no puede, no puede. De ahí pienso, el odium religonis, tan inexplicable, pero presente por ese fracaso continuo del hombre como centro de sí mismo.

En Belén hay que olvidar, los triunfos, los apellidos, la casta, la sangre y el propio orgullo, todo en su sencillez se pone al servicio de ese niño-Dios. Y Dios no se impone, nace pobre, desconocido. Que pregunten a los niños que montan el Belén y que esperan a los Reyes; ellos no engañan. En Belén hay grandeza, y piojos, mirra, incienso y mal olor, pastores y Reyes. De ahí surgió Bach, Murillo, Mozart, Cervantes y los pecados de los hombres. Todo está allí, pero redimido y asumido por Dios.

Me contaba un amigo de Brasil: la teología extrema de la liberación fracasó con los pobres, les quitaron a Dios y se hicieron evangélicos. No nos quitéis a Dios, ni el domingo, ni la Navidad. Son muy buenos días para contar estas cosas a María, José y el Niño, con calma. Sabiendo que la nochebuena se viene y se va y nosotros nos iremos…

¡Dios se hace hombre, Feliz Navidad!

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato