Joaquín Navarro Valls

Por motivos profesionales, mantengo desde hace muchos años mucho trato con su hermano Rafael, ilustre jurista, catedrático y académico. Joaquín fue portavoz y persona de especial confianza del santo Papa Juan Pablo II durante prácticamente todo su pontificado y continuó después con el Papa Benedicto XVI, durante un tiempo. 

Era cartagenero, médico y periodista. Se esforzaba por ser un buen católico. En el año 1958, durante sus años de estudiante universitario, pidió la admisión en el Opus Dei y siempre siguió, con coherencia de vida, esa específica llamada a la santidad. Conoció y trató a San Josemaría y a su sucesor al frente de la Obra, el beato Álvaro del Portillo.

Hablaba perfectamente el italiano, el inglés y el francés. Su natural simpatía y su presencia física contribuían a engrandecer su figura. Parecía un Vittorio Gasman del periodismo y del Vaticano. Pero, por encima de todo destacaba su profesionalidad y su afán de servicio, leal y desinteresado. Así lo demostró durante muchos años en el ejercicio del periodismo, como corresponsal del diario ABC para Italia y el Mediterráneo oriental, y como Presidente de la Asociación de Corresponsales Extranjeros en Roma. Cuando fue llamado por Juan Pablo II para preguntarle si estaba dispuesto a trabajar en el Vaticano, como Portavoz, manifestó su disponibilidad pero puso como condición poder ejercer su función con un criterio plenamente profesional. 

Sabía dónde estaba. Conocía como pocos y admiraba profundamente la grandeza y santidad de la figura de Juan Pablo II, y era consciente de la trascendencia que su trabajo como Portavoz tenía para la Iglesia universal. Poseía una visión global, y una extraordinaria capacidad de hacerse cargo de situaciones complejas y delicadas. No se alteraba; era frío y al mismo tiempo cálido y cercano. Estudiaba a fondo los temas, las situaciones y las personas. En un mundo apasionante y complejo como la Santa Sede, era capaz de ponerse en el lugar del otro, y muy principalmente de los comunicadores y periodistas acreditados en el Vaticano, pues siempre se consideró uno de ellos. Recuerdo una entrevista de una periodista española, quizá algo agresiva con el personaje y con la Iglesia. Después de dos respuestas, sobrias, medidas, sencillas y brillantes, la periodista cae en una cierta fascinación, que cambia el rumbo de la entrevista. Empatía lo llaman y buen hacer. 

Varias veces  habló con Juan Pablo II para plantearle su dimisión como Portavoz; el santo Papa le daba largas, y en una ocasión llegó a decirle: "Eso lo habla usted con el próximo Papa". La relación profesional, sin dejar de serlo, pasó a ser también relación de familia. Pasó mucho tiempo con el  Papa, en el Vaticano y en los descansos estivales en la montaña. Le quería con un amor filial, como a un padre. También Juan Pablo II le profesaba un gran afecto y reconocimiento, y se dirigía a él siempre llamándole "Doctor Navarro". En el funeral de Juan Pablo II, desfiló con las buenas monjas que tan bien le habían cuidado, y con el mayordomo. Preguntado en una ocasión Navarro Valls acerca de si se consideraba amigo del Papa, contestó con celeridad: para que haya amistad en una relación humana debe existir una cierta proporcionalidad; el Papa es un gigante humano y sobrenatural y yo no; saque sus consecuencias.

Viajes agotadores siguiendo el ritmo del Papa, la información diaria, temas espinosos que debían ser aclarados; agilidad, nuevas técnicas de información. En el mundo de la información, Navarro Valls puso al Vaticano en el siglo XXI, un salto de dos siglos en veinte años. Supo hacer de paraguas a los papas a los que sirvió, empeñando, no sólo su buen hacer y buen trabajo, sino también su vida, por su fe cristiana y por su lealtad. Recuerdo a Joaquín llorando al informar de que el Papa estaba agonizando.

Como canonista, tengo alguna pregunta: ¿Qué es un portavoz del Papa? ¿La palabra del portavoz es la misma que la del Papa? Si se equivoca el portavoz, ¿se ha equivocado el Papa?. Ahí hay temas para una investigación académica canónica y teológica.

Navarro Valls fue enviado por Juan Pablo II a Cuba para gestionar con Fidel Castro la histórica visita del Papa a ese país. Fueron conversaciones y negociaciones arduas, donde se pactó hasta el milímetro. ¿Fue Navarro Valls un legado pontificio laico? También la profesora universitaria norteamericana Mary Anne Glendon representó al Papa y al Vaticano en foros internacionales y en la cumbre de China. ¿Puede ser un laico legado pontificio? En la práctica, sí.

La buena información, rápida, bien elaborada, es necesaria, también para la Iglesia en este siglo XXI. Joaquín Navarro Valls ha sido, sin duda, un gran maestro en esa apasionante tarea.

 
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