¿Y si la diana fuera otra?

Pilar Alegria, ministra de Educación.
Pilar Alegria, ministra de Educación.

El Ministerio de Educación ha puesto esta semana sobre la mesa una propuesta para cambiar la carrera profesional del profesorado que se irá concretando en los próximos meses. El documento presentado a sindicatos y comunidades autónomas en dos reuniones paralelas plantea introducir exámenes para entrar a las carreras de Magisterio (educación infantil y primaria), así como nuevos requisitos para acceder al máster para el profesorado de secundaria. El texto, que cumple con el mandato establecido por la ley educativa aprobada en diciembre de 2020 (Lomloe), incluye también un periodo de prácticas remuneradas durante el periodo formativo.  

Esta nueva medida evidencia que hay una preocupación sobre la educación, pero, como tantas anteriores, aporta un dato llamativo: da por bueno lo que se hace -tanto en la escuela como en la formación del profesorado- y únicamente añade una mayor exigencia para acceder a los estudios de Magisterio. Sin embargo, no aporta sino retoques, no incide en el meollo de la cuestión, no se encuentran propuestas dirigidas al protagonista del proceso educativo, que es el niño y el joven.  

Precisamente, el pasado mes de diciembre acudí a la presentación del libro de un religioso y pedagogo, titulado La escuela a examen. Un mensaje al mundo de la educación, en el que plantea si lo que está fallando no se sitúa sólo en el terreno de los medios prácticos o de la organización y gestión del sistema educativo. ¿Qué ocurre con el sistema escolar en España? ¿A qué se deben esos constantes cambios de legislación, que son, a su vez, caldo de cultivo para otras normas, planes y proyectos legislativos? ¿Y si estuviéramos apuntando en una dirección equivocada, de manera que por más que tratemos de afinar el disparo, nunca daremos en la diana porque ésta no está en esa dirección?, ¿Y si la diana fuera otra? ¿Y si el trabajo educativo escolar debiera centrarse en otra cosa para ser realmente eficaz?  

El fracaso escolar pone a España en la palestra recurrentemente para señalar el número de alumnos que fracasa en los estudios, pero son la misma institución escolar y los sistemas educativos los que fracasan, incapaces de hacer frente a las deficiencias que presentan los alumnos: problemas de atención, falta de interés, dificultades de aprendizaje, de comprensión, de razonamiento, trastornos de conducta… Que van generando cada vez más “descartados” sociales. Como respuesta, los legisladores siguen buscando fórmulas… Sin saber qué hacer para frenar esta brecha por la que se desangran tantos jóvenes y niños que no encuentran en la escuela el medio que les ayude a crecer y orientar su vida.  

Está por ver cómo se concreta esta propuesta, pero dudo que dé respuestas a la emergencia educativa habida. En este caso, la norma gira en torno a la formación del profesorado (una cuestión crucial), pero secunda la clave de dicha formación: la pedagogía que se imparte en las Facultades y que se propone a los futuros docentes para plantear qué es el acto educativo. Sin este fundamento, cualquier norma cae en la vaciedad. Se pueden alargar el tiempo formativo, los créditos y las prácticas del universitario, pero lo que apremia es que esta formación se apoye en criterios que ayuden a discernir lo que sirve en la escuela y lo que no, lo que ayuda al alumno y lo que no, dejando de avalar cualquier moda educativa y aportando esfuerzo y conocimiento al mundo de la educación. Cuántas experiencias frustradas podrían evitarse (pienso, por ejemplo, en el sinsentido extendido de jubilar los libros de texto y mantener a los niños atados a pantallas, con evidencias probadas de que estas relegan, cuando no destruyen, su capacidad de comprensión y profundización).   

Esta fascinación tecnológica es quizás signo de esta época “líquida”, en palabras de Bauman, que anda confundida entre lo superficial y lo inconsistente, ahogada en el relativismo, una ideología que se da de bruces con el arte de educar. La renuncia a la existencia de una verdad sobre el hombre, el mundo y la realidad es incompatible con la educación. Negándola, construimos siempre en falso.  

 

 
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