Las celebrities tienen sed

Prensa del corazón.
Prensa del corazón.

Estas últimas semanas andan alborotadas las secciones de sociedad de los periódicos. Desde hace tiempo, las parejas de famosos que rompen son noticia en la prensa generalista, lo cual no deja de ser curioso, por el soporte y porque, según nos enseñaron en la Facultad, un acontecimiento se convierte en noticia en tanto que es inesperado o extraordinario… Por otro lado, las reacciones ante las vicisitudes de las celebrities, que antes se quedaban en las peluquerías, llenan ahora las redes sociales y las tertulias televisivas y radiofónicas. Un fenómeno sociológico y periodístico para analizar. 

Escribió el otro día una columnista del diario Las Provincias sobre los escollos del formato televisivo para mostrar la profundidad de determinadas personas famosas. Sumo y sigo su reflexión, añadiendo también la dificultad que presentan algunos periodistas no sólo para ajustar los retratos, sino a la hora de describir el pluralismo contemporáneo de relaciones afectivas que justifican la cobertura de estas informaciones. ¿Por qué? Por un lado, por la frivolidad y la vulgaridad de algunos coloquios, que les conduce a entrar en vaivenes y desvaríos, aunque esto ocurre generalmente en determinados programas diseñados para tal fin. Por otro lado, incluso cuando los análisis son planteados con profesionalidad, suele darse una contradicción muy característica de nuestra época: llenarse de categorías de corrección política que, sin embargo, resultan reduccionistas.  

Un ejemplo lo hemos tenido hace unos días con el revuelo que ha ocasionado una joven marquesa que ha roto su compromiso al descubrir videos de su novio con otra mujer. La mayoría de tertulianos ha aplaudido su decisión. Entre los comentarios, ha habido arengas feministas (los hombres son todos iguales), muestras de un machismo cavernario (la culpa es de ella por no vigilar o de la modelo que ha seducido a un hombre ennoviado), invitaciones al empoderamiento (en verdad, aún no sé qué significa empoderar) y reflexiones sobre la fidelidad como una opción quizás demasiado irreal o utópica y que, en último término, decide cada pareja (ahora se llevan las relaciones abiertas). El matrimonio también ha salido a la palestra, pues la protagonista de este episodio defiende el sacramento, opción que los comentaristas han respetado, pues hoy conviene ser tolerante con todas las opciones de uniones.  

Sin embargo, ¿por qué resultan reduccionistas estos debates, cuando los comentarios son tan diversos, plurales? Porque son entablados desde el escepticismo. El políticamente correcto suele ser un escéptico convencido (si se admite la contradicción) y el escepticismo es muy limitado, ya que acepta los puntos de vista, pero no los ideales más innatos de la persona, los valores que no cambian, que son eternos porque son verdaderos. 

El amor es exclusivo y, por tanto, es fiel y es para siempre. Si no es así, ni es amor ni vale la pena. Sin embargo, en estos foros (como en tantos otros) se trata de vender que son suficientes los vínculos inestables y provisionales (mientras duren, sirvan o funcionen) cuando cualquier persona tiene sed de vínculos estables y definitivos, otra cosa es que no sepa o no pueda establecerlos. La joven marquesa no ha ocultado su sed. ¿Y saben que creo? Que muchos de los tertulianos que la han mirado con condescendencia, extrañeza o asombro, aunque no lo confiesen, andan también sedientos. Pero no es políticamente correcto decirlo. 

Carola Minguet Civera

Universidad Católica de Valencia

 
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