Taizé y lo esencial cristiano

Taizé.
Taller de oración de Taizé.

Aún recuerdo la noticia inesperada y sobrecogedora de aquel mes de agosto de 2005, mes de Jornada Mundial de la Juventud alemana. El hermano Roger, fundador de la Comunidad de Taizé, había sido asesinado en la oración pública vespertina.

Roger Schutz había fundado, en el lejano 1940, una comunidad religiosa ecuménica en la borgoña francesa. Durante los momentos más duros de la secularización en la Europa del bienestar, de la ideologización de la fe, del abandono de los jóvenes del 68 y de las generaciones posteriores, y de la desorientación de una Iglesia volcada en el activismo frenético, el hermano Roger había sido capaz de, como dijo Juan Pablo II, crear una conciencia de que lo más importante para la vida de un cristiano es el encuentro con Cristo y la unión con Dios en la oración.

El afecto con que los pontífices de nuestra época miraron a Taizé contribuía al ecumenismo de la vida. Las largas conversaciones de Juan XXIII, y de Pablo VI, con el hermano Roger están escritas en el libro de la intrahistoria y en el alma de quien apreció la visibilidad de la Iglesia, camino de su conversión al catolicismo. 

El luctuoso asesinato del hermano Roger bien merece la memoria de quien fue, durante muchos años, su más cercano colaborador, el teólogo Max Thurian, convertido al catolicismo, ordenado posteriormente sacerdote y una de las personas que mejor han hecho entender lo que era y es Taizé.

El teólogo Joseph Ratzinger conocía bien las obras del teólogo de Taizé, sobre todo su libro sobre la Virgen María y sus tratados de la Eucaristía. Y también sabía de la evolución de este teólogo, que se plasmó en un famoso artículo publicado en L´Osservatore Romano, el 24 de julio de 1996, pocas semanas antes de su muerte, en el que hablaba, quien había sido uno de lo más activos actores de la reforma litúrgica de la misa, de la necesaria recuperación del Misterio como clave esencial de la celebración cristiana.

El hermano Alois Lëser, católico de 51 años, nacido en Stuttgar, fue elegido como su sucesor por el fundador de esta peculiar comunidad. Desde entonces ha tenido la responsabilidad de no olvidar la clave del espíritu que activó la osadía del hermano Roger en el trabajo con la juventud y de ofrecer otros aspectos que estaban pendientes, como el de la formación de los jóvenes. 

El hermano Roger, católico de corazón, salvó a no pocas generaciones de jóvenes del desierto de la indiferencia frente a los esencial cristiano. Esto es lo que se vivirá en Madrid durante estos días.

José Francisco Serrano Oceja

 
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