Siglo de los mártires, no de los pederastas

Momento de la beatificación de los 60 mártires.
Momento de la beatificación de 60 mártires.

Hace unos días recibí una publicidad editorial que decía algo así como “el siglo de los mártires, no de los pederastas”.

Bueno, la frase, y la comparación, me pareció un poco atrevida, pero pensándolo bien… tienen razón. El martirio es una gracia. Pero existe una pedagogía, una espiritualidad que acentúa la dimensión testimonial martirial, una educación que nos prepara para recibir y responder adecuadamente a esa gracia.

El siglo XX para la Iglesia es, sin duda, el siglo de los mártires, no el de los pederastas. Trabajo nuestro es hacer comprender a la sociedad esta paradoja y permitir que la imagen prescriptora sea la de la coherencia, del martirio, no la de la incoherencia.

Por cierto, que el libro al que se refería el slogan era el de Andrea Riccardi, “El siglo de los mártires”, actualizado, incluso en su traducción por Encuentro.

Pasados unos días, he leído la homilía del cardenal Ángelo Becciu en la Beatificación de los seminaristas mártires de Oviedo del pasado fin de semana.

Allí señaló que estos seminaristas “fueron víctimas de la misma violencia feroz marcada por una acalorada hostilidad anticatólica, que tenía como objetivo la eliminación de la Iglesia y en particular del clero”.

Pues bien, el Prefecto de la Congregación para las Causas de los santos no pudo sustraerse en la homilía a la situación actual por la que atraviesa la Iglesia. Y se lanzó a relacionar estos dos términos, la mística del martirio como receta contra la presencia del mal, del maligno, que causa incoherencia en la Iglesia.

Sus palabras fueron las siguientes: “Todos estamos preocupados por los escándalos que parecen no tener fin y que desfiguran el rostro de la esposa de Cristo. Necesitamos sacerdotes, personas consagradas, pastores generosos, como estos mártires de Oviedo. Necesitamos sacerdotes honestos e irreprensibles que lleven las almas a Dios y no causen sufrimiento a la Iglesia ni turbación al pueblo de Dios”.

Por lo tanto, la mística del martirio, la espiritualidad del martirio, como antídoto contra el virus destructor de la incoherencia, la puerta abierta al diablo, que se ha colado en el cuerpo eclesial.

 

No está mal la propuesta.

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