El P. Gago, una voz para la historia

Son muchas las virtudes humanas y sobrenaturales que se pueden destacar del dominico José Luis Gago. No fue un hombre de banderías, ni de grupos, sí de Escuela. Permitió que existiera una continuidad en el modo de hacer información religiosa y, por tanto, en las generaciones de informadores religiosos. No fue un hombre de restas, fracciones y fricciones, sino de sumas.

Los últimos años de su vida en la Comunidad de los dominicos de la Iglesia de san Pablo en Valladolid dan fe de ello. Supo retirarse a tiempo. No sólo localmente, también de la geografía humana y profesional que habían ocupado su fecunda vida. Ejercicio nada fácil por estos predios del protagonismo eclesial. Su regreso a la vida comunitaria, al Convento, a la atención espiritual, al confesionario, en el templo castellano, certificaban que el Padre Gago, como todo el mundo le conocía, era un hombre de lo esencial y que su pasión por la verdad, pensada, vivida, trasmitida, había conformado su asistencia.

Artífice de la transición de la radio de la Iglesia, -una de las pocas transiciones culturales que se hicieron dentro de la Iglesia en el período de las transiciones políticas y sociales-, sabía que la fidelidad a la naturaleza y a la misión de la COPE era su máxima garantía de pervivencia. Valedor de la primera etapa de la radio de la estrellas, puso todo su empeño en la redacción del Ideario de la Cadena, un texto que aún hoy caracteriza una forma de hacer y articula un ethos singular en esa empresa. Al menos sirve para que nadie se lleve a engaño o para que los que se engañan sepan en dónde radica su desvarío.

Si por algo se caracterizó la forma de trabajar del padre Gago fue por su amabilidad permanente, la confianza que siempre daba, y que generalmente recibía, su optimismo natural y su ilusión siempre alentadora. Hombre de austeridad material y formal, sentía que su trabajo era una forma de servicio, y nunca expresión de un poder. Su radio era una radio al servicio del Evangelio, y de la Iglesia. Las ondas del Padre Gago eran las de la pasión por la comunicación de Evangelio, las de los sonidos de la comunión.

Ahora, su voz se ha apagado en la tierra. Con Dios, la contemplación de la Palabra será un alabanza permanente, una Navidad sin fin, una historia que no acaba. Y para nosotros, la memoria, y el recuerdo. Y una voz más para la historia del periodismo en España.

José Francisco Serrano Ocejajfsoc@ono.com

 
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