¿La hora de los laicos? (II)

Eucaristía JMJ Lisboa 2023.

Hay muchos buenos pastores; todos lo sabemos; nos sotienen y les estamos muy agradecidos. Pero se echa en falta ver a la Iglesia reafirmando el agua clara y desautorizando, incluso formalmente, las barbaridades anticristianas y antihumanas que a diario impulsan el estado, la UE o Biden. Hoy hay pocos sacerdotes, cierto, pero, como se preguntaba un pensador italiano, ¿quién dijo a las parejas católicas italianas que sólo había que tener dos hijos? ¿De dónde se suponía que saldrían los sacerdotes? Como dice la Duquesa a Sancho, de los hombres, no de las piedras, salen los obispos.

Sembrado el descriterio, regado luego por Los Que Mandan y hoy ya arraigado ¿cómo se puede explicar al católico medio que hay una doctrina católica vinculante en algunos puntos? Más de un católico español discute menos los impuestos que los Mandamientos.

Así que ahora es la «hora del laicado», o eso  se nos dice, y está bien. Pero se nos dice como si se tratara no de la gente corriente ocupada en su trabajo y su familia sino como de una estructura eclesial semi-formalizada a un nivel sub-clerical y dedicada a temas más o menos clericales.

Esa hora del laicado se explica por dimisión de los de arriba, pues, como en los USA, los cristianos corrientes están mejor, o menos mal, que una parte de los curas y obispos (sólo parte); ahí está su piedad, fe, publicaciones, resistencia, iniciativas. Pero, en cualquier caso, ¿es la hora de que los laicos hagamos qué? ¿Fomentar la inclusión, buscar el desarrollo sostenible, difundir la Agenda 2030, combatir el cambio climático precisamente de una manera, perseguir el latín, dar la comunión a divorciados, favorecer una opción política (normalmente, oficialista), apoyar a Biden contra Trump y a la UE contra el Brexit, dar la comunión una señora mientras el cura está sentado?

Los laicos, con todos los matices y excepciones, han sido la sanior pars clásica; resisten más a pesar de haberse quedado bastante solos y del mal ejemplo de quienes deberían darlo bueno, como la deserción masiva de curas en los 70s. Han sido más fieles, como si tuvieran una fe más sencilla —como los norteamericanos—, o más recursos morales; o tal vez, simplemente, más sencillez. Los días en que hay una fiesta, un funeral, la Virgen del Carmen o Difuntos, aumenta la gente en misa sin que nadie le insista; en términos económicos, casi sin ninguna inversión (¿cómo sería si hubiera inversión?). Así que, ¿en qué consiste la «hora de los laicos»?

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Sugerencia: ¿y si no consistiera en lo dicho, ni en que estemos ansiosos por salir a dar la comunión, leer, y demás, sino en que nos dejasen (hasta cierto punto) en paz? ¿Y si los sínodos, ni malos ni buenos, no fueran la culminación de la vocación del católico medio? Que haya un número especial de laicos-as en lo más alto del Vaticano, me tiene sin cuidado; siempre será minoritario y nunca colmará las aspiraciones del laico medio si tiene mentalidad laical, trabajo y familia, por mucha alma sacerdotal que tenga (y ojalá).

Por lo mismo, tampoco es lo máximo el vivir en la parroquia: debemos ayudarla, por supuesto, y el tiempo y la prudencia de papas y obispos dirán si tenemos que llevar la comunión a enfermos o sabe Dios qué, pero mi modelo no es una especie de medio-aspirante a cura, diácono ni sacristán; con todo respeto a todos ellos. Algunas mujeres (ejemplo: la mía) no consideran conquista alguna llegar a desempeñar cuanta tarea eclesiástica pueda una mujer hacer; con sus familias y trabajo tienen de sobra. No tenemos que formar una especie de sociología especial en torno a pastorales ni sinodalidades; si algunos laicos quieren, vayan por ahí; no necesitan mi permiso; pero a los demás, déjennos en paz: eso es mentalidad laical.

¿Que dentro de 50 años es una monja quien gobierna un hipotético Dicasterio de Consagrados Ciclistas? Excelente, pero «cada caminante siga su camino». Unos se adherirán a instituciones o movimientos diversos; otros, a ninguno y otros preferirán estar muy en su parroquia; libertad. (No se me malentienda: nunca renegué de mi parroquia; eso no está en discusión).

Hasta hace unas décadas los laicos eran de segunda división y se presuponía que no estaban llamados a la santidad; hoy, se les estima y valora promocionándolos a estructuras y cargos... más bien de naturaleza clerical.

Hagan los curas lo que el Cura de Ars decía que era tarea del sacerdote, háganla lo mejor posible, y ocúpense menos de las materias de laicos: tanto pronunciarse sobre desarme, inmigración, separatismo, covid, descarbonización u ODS, nos quita protagonismo.

Termino. Desde ahora me someto a opiniones más autorizadas. Seguramente la supervivencia de la Cristiandad depende poco de estas mis opiniones. Pero si no le gustan, amigo lector, tengo otras, a discutir con una cerveza 1906 en la taberna Mooreeffoc (propietario: GKC).