Vacaciones, descanso y reflexión

Abril encantado.
Abril encantado.

Quien más quien menos, en estos días está pensando en sus vacaciones. Unos porque están muy cansados, otros porque están deseando estar más con sus los hijos, otros porque tiene un recuerdo espléndido del año anterior. En fin, en general las necesitamos, nos viene bien. Y, sin embargo, luego se encuentra uno a ciertas personas, a veces muchas, que no saben disfrutar, que nos saben cambiar, que no saben hacer cosas que no harían durante el curso.

Elizabeth von Arnim escribió a principios del siglo pasado una novela sobre las vacaciones: “Abril encantado”. Se reeditó en España en 2014 y ha vuelto a tener más ediciones recientes. Trata de las reacciones de cuatro mujeres muy distintas que coinciden en un mes de abril en Italia en un castillo medieval. Las situaciones que se dan son complejas, simpáticas, pero manifestando como en el interior de cada uno puede haber egoísmos e ignorancias grandes sobre la psicología de las personas.

Seguramente en algunas vacaciones pueden ocurrir cosas como las que se narran en esta historia. Aburrimientos, egoísmos, comparaciones y, casi sin pretenderlo, un encuentro con la propia conciencia. Realmente si nos quedáramos con esto último, una ocasión de paz y reflexión, servirían para mucho más de lo que se había previsto.

De una de las protagonistas se cuenta, en los primeros días de tranquilidad: “Lo que le preocupaba era que ese día había sido totalmente incapaz de centrar su atención en algo, y no había hecho nada más que vagar inquieta desde el cuarto de estar hasta las almenas y de vuelta otra vez. Hoy había sido un día desperdiciado, y cómo le desagradaba el desperdicio”. De esa manera, esa mujer ya mayor, de la que se podría esperar una cierta experiencia, ha conseguido aprender algo nuevo. Si se lo hubieran dicho antes no se lo habría creído.

Eran cuatro, pero al comienzo impera un cierto individualismo. No eran amigas antes, no se conocían, y lo que les apetece, en un principio, es la soledad. Ni siquiera es una soledad con Dios, como pueden tener tantas personas que se retiran unos días con el fin claro de rezar y de revisar su vida. Estas mujeres van a lo suyo.

“Permaneció sentada tan quieta que, al poco tiempo, las lagartijas comenzaron a pasar como flechas por encima de sus pies, y unos diminutos pájaros parecidos a pinzones, que al principio se habían espantado, regresaron de nuevo y revolotearon entre los arbustos que la rodeaban como si ella no estuviera allí. Qué hermoso era. Y para qué servía si no había nadie allí, nadie a quien le gustara estar con una, que le perteneciera, a quién se le pudiera decir: ¡Mira!”. Sorpresa, no tengo a nadie con quien hablar, a quien hacerle ver las maravillas que podemos gozar en este lugar.

La historia de esta buena novela da muchas vueltas y merece la pena leerla, pero seguramente encontrarse con una historia sobre la soledad, el individualismo y, en el fondo, el egoísmo, es siempre instructora. Ayuda a pensar en cómo y para qué son mis vacaciones. No hay más que ver como muchos, mayores y jóvenes, están totalmente enganchados con el móvil, lo que supone una tendencia peligrosísima al individualismo. Es uno de los reflejos que más ayudan a comprender como somos hoy en día. Horas y horas. Lo reconocen la mayoría sin tapujos: seis horas al día con el móvil. Esto en un día  normal de trabajo. ¿Qué ocurrirá en vacaciones?

Son peligros que están presentes hoy como hace un siglo, un riesgo grande de aislamiento, con lo que tiene de pobreza de intereses y de sentimientos.

Elizabeth von Arnim, Abril encantado, Alfagura 2022

 
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