Urgencia del Bautismo

El bautismo de Jesús.
El bautismo de Jesús.

Recientemente un amigo me contó lo que le ocurrió asistiendo a una misa entre semana. El sacerdote predicó una breve homilía en la que dijo que no era importante bautizar a los niños. Por suerte, a aquella misa, no de precepto y de horario difícil, asistían cuatro señoras mayores que quizá no se enteraron de nada, pero mi amigo, al terminar la celebración se fue a la sacristía a hacerle ver al celebrante el equívoco de semejante afirmación. Al principio quiso defenderse (¿usted cree que a un niño que se muere sin bautismo Dios no le admitirá en el cielo?), pero en cuanto hablaron un poco entró en razón y se disculpó.

Quizá habría que recordarle lo que enseña el Catecismo, en el número 1213: “El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”. Una explicación de lo esencial, como para meditarlo despacio.

Y el número 1997 enseña que “la gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como "hijo adoptivo" puede ahora llamar «Padre» a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu que le infunde la caridad y que forma la Iglesia”.

Son esas verdades esenciales de la vida cristiana que la Iglesia tiene urgencia en enseñar, especialmente cuando llegan los hijos al mundo. Por eso siempre se ha recomendado la prontitud en el bautizo. Hace no demasiados años lo normal era que se bautizara al recién nacido cuanto antes. De alguna manera estaba ya todo previsto al saberse que el niño nacería en los próximos días. Ahora se han cambiado esas costumbres. ¿Por qué? Por falta de formación y por una tendencia bastante superficial a las grandes celebraciones.

Desde el momento del bautismo el niño pasa a ser hijo de Dios por la Gracia. “La gracia -nos dice el Catecismo, n. 1996- es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cf Jn 1, 12-18), hijos adoptivos (cf Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (cf 2 P 1, 3-4), de la vida eterna (cf Jn 17, 3)”. Se dice pronto, pero hace falta meditarlo con detenimiento.

El bautismo nos marca para siempre con un sello imborrable. “Incorporados a la Iglesia por el Bautismo -CEC n. 1273-, los fieles han recibido el carácter sacramental que los consagra para el culto religioso cristiano (cf LG 11). El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz (cf LG 10)”.

No hay nada más importante que podamos hacer con un recién nacido que adentrarles en la vida de la Gracia. Quizá lo que hace falta es tener más presentes las enseñanzas de la Iglesia. Hay ciertos conceptos que nos resultan difíciles de comprender. Pero hay que saber que la Gracia nos hace partícipes de la naturaleza divina. Verdaderamente hijos de Dios.

Susana Tamaro explicaba: “A veces pienso que la Gracia es como una pequeña carcoma que se introduce en nuestro interior sin que nos demos cuenta. Mientras llevamos la vida de siempre, ella, muy despacio, excava, trabaja, galería tras galería, en el silencio y en la oscuridad y devora todas nuestras certezas” (Más fuego, más viento, p.135). La Gracia va obrando siempre en nosotros, sin que casi nos demos cuenta.

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato