Paternidad

San José.
San José.

“Hasta luego, padre”, me acaba de decir un vecino que ha venido a mi casa. Es venezolano. Al portero de la finca alguna vez le dije mi nombre, pero siempre me dice “Buenos días, padre”, “que tenga buen día, padre”; es cubano. En el ejército español es fijo e indiscutible el “pater” de cualquier soldado u oficial que se cruza con el capellán del cuartel. Incluso a mí, que bordeo el Ministerio de Defensa casi todos los días, porque vivo al lado, alguna vez me han saludo, con gran respeto, con el “pater” incuestionable.

En España, al menos en Castilla, al sacerdote del pueblo se le llamaba “señor cura” o don Fulano. Nunca padre. En las ciudades puede haber más mezcla porque los que han estudiado en colegios de religiosos siempre han dicho “padre” al sacerdote.

Celebrando el día del Padre, en los tiempos que corren, lo de la paternidad es una necesidad. La paternidad natural está en crisis. Cada vez hay más niños que apenas conocen a sus padres. En el momento en que hay ruptura matrimonial, los que sufren son los hijos y, con gran frecuencia, la educación les viene, sobre todo, de las madres. Los tiempos pasados con el padre son, con frecuencia, los tiempos de los caprichos. Hay que ganarse al hijo como sea.

Y por desgracia, cada vez tenemos a más hijos de madres solteras. No hay padres en la educación de esos hijos. Y sin embargo somos conscientes de la importancia de la paternidad. Quizá por eso los sacerdotes notamos como hay un mayor acercamiento, una simpatía, con el sacerdote, en la calle y otros lugares públicos.

Más que nunca, el sacerdote es padre. Se nota ese vacío.“Hay una gran necesidad en los fieles -dice Jacques Philippe- de escucha y acompañamiento espiritual. No siempre es fácil para un sacerdote estar disponible para quienes manifiestan ese deseo, pero debe hacer lo que sea posible. Siendo muy humilde, prudente, atento para formarse, debe tener confianza en la gracia que descansa en él en este campo” (p. 145). Esa paternidad se ejercita de muchas maneras: en la confesión, en la predicación, en la administración de los sacramentos.

Con frecuencia alguien se acerca y pide una oración: “Padre, rece por…”. “Permanecer en presencia de Dios en nombre de todas las personas que el Señor nos ha confiado, en el silencio de la adoración, es una manera secreta pero real de criarlas en la vida divina” (p. 144). El sacerdote atento para cuidar de las almas, para “criarlas” con auténtica paternidad, atento a rezar por ellas. Tantas veces en general, al intuir necesidades. Otras muchas veces con intenciones concretas, tan numerosas que no hay más remedio que ir apuntando y repasar de vez en cuando las necesidades de “los hijos”.

Porque nos damos cuenta de que hace falta “una acogida incondicional y amable, una escucha atenta, un inmenso respeto de la persona y su libertad, un total desinterés, un gran desprendimiento de los propios puntos de vista e ideas para dejar actuar a la sabiduría de Dios, única para cada uno y a veces desconcertante”(p. 146). Cada vez es más palpable la orfandad de tantos que van por la vida sin ayuda. “Lo que ahí se juega no depende únicamente de la prudencia humana o de la experiencia psicológica, sino que se debe en verdad a una presencia y una acción de Dios. (p. 147).

Cuanto bien hacemos a la sociedad cuando se nos distingue sin dudas por la calle.

Jacques Philippe, La paternidad espiritual del sacerdote, Rialp 2021

 
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