Nivel universitario

Miguel Ángel Rumayor.
Miguel Ángel Rumayor.

Hablar hoy de universidad es hablar de un mundo con muchos perfiles, con muchos ambientes diversos, con finalidades variopintas. Antes, hablar de nivel universitario era hablar de personas con una buena formación, con un nivel intelectual importante, incluso al margen de su nivel social o de sus creencias. Ahora hay bastantes dudas al respecto. No está tan claro qué se pretende en las universidades, qué aprende un alumno, qué educación personal ha adquirido, cual es verdaderamente el “nivel” universitario.

Me parece de gran interés el libro escrito por el profesor Miguel Rumayor, de la Universidad Villanueva de Madrid, sobre el pensamiento que Newman tenía de la universidad. “Vida académica y formación personal”, con un subtítulo que manifiesta más el contenido: “La universidad hoy a la luz del pensamiento de John Henry Newman”. Es decir, el autor pretende establecer una comparación entre dos conceptos que, a todas luces, son bastante distintos: la universidad en el siglo XIX y la de ahora.

La universidad es “una forma eficaz y profunda de abordar la realidad, que proceda con orden, precisión, sutileza, capacidad de relacionar diversos temas entre sí y llegar a conclusiones óptimas que hagan más fácil la vida o bien nos sirva para ayudar a los demás. El adquirir y formar esa capacidad sería la principal meta de la formación universitaria para este intelectual inglés del siglo XIX”(p. 21). Capacidad de relacionar diversos temas… que nos sirva para ayudar a los demás. Qué interesante y qué lejano. Sin embargo, investigando un poco nos encontramos con que todavía hoy hay ambientes universitarios con esa mentalidad.

La imagen actual de la universidad en España es muy variada, pero tendiendo a pobre. Lo que vemos u oímos contar sobre la universidad pública deja bastante que desear, aunque, como siempre, no se deben hacer generalizaciones. Tampoco podemos hacer juicios colectivos de las universidades privadas, pero conocemos no pocas que tienen una mentalidad más cercana a lo que deseaba Newman: un ambiente formativo, como planteamiento general.

“Se puede lograr que las universidades sean espacios donde no solo se estudia una carrera y se consigue un título que quizás abra la puerta de la empleabilidad, sino donde la persona se forma a conciencia para vivir una vida en plenitud” (p. 22). Se puede. Cosa distinta es cuantas personas se preocupan por esos aspectos en una universidad masificada, una universidad que es condición casi imprescindible para conseguir mañana un buen empleo. Afán de formación, bastante menos…

Dice Newman: “La studiositas, el estudio, es una acción que llena de profundidad y alegra y ordena la interioridad del ser humano. Tiene que ver con la capacidad que la persona posee de hacerse con la verdad, que pasa a ser propia y con la que se convive felizmente. Esa serena satisfacción en la mente y la conciencia proviene de la certeza en la posesión del conocimiento” (p.58). Sin embargo, se observa una influencia de la ley del mínimo esfuerzo, una tendencia al copieteo, una dificultad para las horas de estudio, ya que es importante dedicar un tiempo, a ser posible diario, al gimnasio o el deporte, y se dedica mucho tiempo al móvil y, para colmo, apenas cuentan los que tienen más deseos de hacerlo bien, de lugares adecuados, sin ruidos, sin televisiones, sin pantallas…

Surge cierta perplejidad, o al menos duda, cuando se trata de hablar del nivel universitario.

Miguel Rumayor, Vida académica y formación personal, Eunsa 2021

 
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