Madurar en el amor

Tensión en pareja.
Tensión en pareja.

Madurez suena a algo completado, algo que ha llegado a un término adecuado. Si preguntamos a la RAE nos dirá que es el período de la vida en el que se ha alcanzado la plenitud. Pero cuando pensamos en el amor, cuando recapacitamos sobre el matrimonio, parece evidente que hay que seguir madurando siempre, o sea, perfeccionándolo constantemente. En el momento en que uno cree que ya ha llegado a la perfección se detiene, no empeña su vida en detalles nuevos, en sorprender, en mejorar.

El amor hay que cuidarlo siempre, quizá sobre todo cuando el matrimonio llega a los tres o cuatro años, ese tiempo en que ya se conocen los defectos del otro, en que humanamente podrían verse más dificultades que maravillas. Cuando se llevan tres o cuatro años de matrimonio y cuando son veinticinco o cincuenta. Hay que cuidar la ternura, el cariño, la pasión.

“Dedicar tiempos específicos al diálogo. No se trata de esperar a que surjan, sino de establecerlos y buscarlos. Cada pareja debe determinar el momento y la frecuencia de sus tiempos, sabiendo que son indispensables” [1]. O sea, no dar por hecho que surgirán. Un cierto orden en la vida matrimonial supone que hay momentos previstos para compartir las novedades, las dificultades, los problemillas de los hijos, los cansancios. Momentos para comprenderse, para animarse. Y esto cuando hay niños pequeños y cuando ya hay muchos años de vida en común.

“Es muy importante cuidar mi lenguaje no verbal: el tono, las formas, las palabras, los silencios, los gestos… Todo debe contribuir a que el diálogo lleve a la comunión y no a la desunión”[2]. Sabemos muy bien lo que pueden ofender ciertos gestos, que no necesitan palabras pero son precisos. Expresivos porque manifiestan enfados, porque ridiculizan ante un fallo, o porque de alguna manera muestran cansancio. Estoy harto de tus manías, de tu forma de ser, de tu desorden… Hay que mirarse alguna vez al espejo para ser consciente de lo antipático que puede resultar un solo y leve gesto.

Si quiero madurar en el amor debo ser muy consciente de lo que significa amar. Lo que supone de entrega, de comprensión, de detallitos agradables. De saber pedir perdón. En definitiva, hay que tener una decisión íntima de amar, y amar es inseparable de crecer. Nunca es suficiente. Hay que reinventarse en los detalles. “Hay algunas personas que necesitan objetos físicos para sentirse amadas, regalos valiosos no en el sentido económico sino emocional, porque un regalo implica que tu pareja se ha acordado de ti y te ha tenido presente. Además, ese regalo permanece tangible para recordar y revivir el acto de amor donde te fue entregado”[3].

O sea, es siempre. “Las palabras adecuadas, dichas en el momento justo, protegen y alimentan el amor día tras día. Todo esto se realiza en un camino de permanente crecimiento. Esta forma tan particular de amor que es el matrimonio está llamada a una constante maduración”[4]. No depende ni de la edad, ni de la salud, ni del abundante trabajo, ni de un olvido o una pequeña ofensa.


[1] Jesús María Silva Castignani, Tensión en pareja, Nueva Eva 2021, p. 43

[2] p. 45

[3] p. 51

 

[4] p. 220

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