La enseñanza de la Religión

La asignatura de religión en las aulas, reducida a la mitad por la LOMCE.
Crucifijo en el aula.

Admiro profundamente a los profesores de Religión. Conozco a muchos y veo, me doy cuenta perfectamente, el gran bien que hacen entre la juventud, desde la Educación Infantil hasta el Bachillerato. Se me cae la baba con las cosas que me cuentan -algunos han sido mis alumnos en la carrera-, sus luchas, sus alegrías. Viendo lo que van consiguiendo con tantos chicos y chicas, de diversas edades, me reafirmo siempre en que no hay profesión más importante. Les enseñan a sus alumnos la fe verdadera, les ayudan a conocer a Jesucristo, les acercan a los sacramentos. ¿Hay algo más importante en la vida de las personas?

Me gusta hablar de trascendencia y me consta que estos profesores, en su mayoría, tienen en la mente este concepto. Al final lo que importa es que los alumnos, desde los niños y niñas de 3 años, van comprendiendo que Dios está muy cerca de ellos. Que son templo y sagrario de la Trinidad. Que Dios no está en algún lugar lejano, está conmigo, y puedo hablarle en cualquier momento, y me oye y me habla. Es trascendente. Distinto de nosotros, pero con nosotros.

Es un concepto esencial y, como tal aparece en el currículo de la enseñanza de Religión de Educación Infantil: “La formación religiosa y moral católica pretende contribuir a la formación integral del alumno, desarrollando especialmente su capacidad trascendente”. Estas son las dos primeras líneas del documento que contiene todas las indicaciones sobre qué hacer en la formación religiosa con los niños de 3 a 5 años. Todo un reto para el profesor. Y, desde luego, solo consigue metas importantes aquel que vive lo que dice. Esto es evidente.

Estas líneas citadas son del currículo de 2007. El currículo del mismo año para Primaria decía algo parecido: “La enseñanza religiosa contribuye a la calidad de la educación que preconiza la LOE desde la propuesta y desarrollo de unos conocimientos, valores y actitudes que conforman su propio currículo. Lo hace desarrollando especialmente la capacidad trascendente del alumno, facilitándole una propuesta de sentido último para su vida”. Eran las primeras líneas del documento directivo de todo el trabajo del profesor de Religión.

Pero este currículo ha dejado de estar vigente al publicarse el del 2015. Este, a diferencia con el anterior, dedica unas cinco líneas iniciales muy generales explicando la importancia de la enseñanza de la Religión y cuando se podría esperar la frase “especialmente la capacidad trascendente” nos encontramos con que se ha cambiado por: “La enseñanza de la religión católica en los centros escolares ayudará a los estudiantes a ensanchar los espacios de la racionalidad y adoptar una actitud de apertura al sentido religioso de la vida, sea cual sea su manifestación concreta”. Asombroso. El concepto de trascendencia ha desaparecido.

Hemos cambiado la importancia de conseguir un sentido claro de trascendencia por “ensanchar los espacios de racionalidad”. ¿Quién ha llevado a cabo semejante idea? ¿Nadie en la Conferencia se ha dado cuenta de la diferencia? Habría que investigar qué es lo que han querido decir o con quien quieren congeniar, pero ya he visto algún TFG de futuro profesor sorprendido por semejante explicación de la asignatura de Religión. Del sentido trascendente se pasa, sin más explicaciones, a la racionalidad. Si el currículo lo hubiera confeccionado el Ministerio de Educación de Pedro Sánchez nos parecería lógico.

Mis amigos profesores siguen teniendo ideas claras, a Dios gracias.

 
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