La ideología de género y la revista ARBOR

En los días pasados se ha hecho pública la maniobra de unos “científicos” españoles intentando negar la opinión sobre la ideología de género a la catedrática sevillana María Caballero Wangüemert. Esta profesora manifiesta su aversión a los planteamientos feministas radicales tan extendidos en los medios científicos y mediáticos.

Entre otras afirmaciones, esta profesora dice: “(…) A partir de los setenta, comienza a difundirse la ideología de género, hoy omnipresente en el discurso antropológico, social, legal y político. Un nuevo paradigma que disuelve la tradicional imagen del ser humano en cuanto persona, como unidad sexuada (cuerpo y espíritu) que en la Europa cristiana tuvo su aval en el doble relato de la creación del Génesis: varón y mujer serían dos modos distintos y complementarios de encarnar ese “ser persona”. Así lo ha recordado Juan Pablo II en sus homilías sobre la teología del cuerpo (1995) y en su Carta a las mujeres: “Femineidad y masculinidad son entre sí complementarias no sólo desde el punto de vista físico y psíquico, sino ontológico. Solo gracias a la dualidad de lo masculino y de lo femenino, lo humano se realiza plenamente” (1996, p. 38). E incluso -una afirmación fuerte- en cada unión conyugal “se renueva, en cierto modo, el misterio de la creación en toda su profundidad originaria y fuerza vital” (1995, p. 81). Ello supone que la masculinidad o feminidad se extiende a todos los ámbitos de su ser: algo estudiado por la ciencia en libros como Cerebro de mujer, cerebro de varón, de López Moratalla (2009)”.

En definitiva, la profesora y científica expone una opinión que es la de la inmensa mayoría de los españoles, universitarios o no, y manifiesta su preocupación, por lo que puede ocurrir y hasta qué punto de desnaturalización se puede llegar, y dice a continuación: “Por el contrario, la ideología de género disocia sexo (lo biológico) y género (la construcción cultural), y subvierte los roles tradicionalmente asignados a hombres y mujeres. De modo que se fragmenta, cae rota en pedazos esa imagen armónica en que ambos aspectos al unísono conforman su identidad masculina o femenina, reflejo de la realidad antropológica del ser humano, que no es solo biología ni solo cultura, sino una compleja integración de múltiples factores”.

En definitiva está expresando lo que piensa toda la gente normal que anda por la calle. Pero parece que los científicos no andan por la calle, están en otro mundo inficionado por unas teorías manifiestamente antinaturales. Y ¿cuál es su reacción? Hay que quitar de ARBOR ese artículo, el de María Caballero, el que expresa lo que es normal. No admiten una discusión, no escriben otro artículo para dar su opinión si no que escriben indignados a la dirección de la revista para que se retire ese artículo. Dicen: “Es sorprendente e indignante que el número 778 de la revista Arbor, publicado en marzo-abril de 2016, y que lleva como título  “¿Hay mujeres más allá del feminismo? De la lucha por la igualdad al transhumanismo/ posthumanismo” se haya usado como plataforma para propagar ciertos idearios anti-feministas, homófobos y transfóbicos que nada tienen que ver con la calidad científica, la relevancia social y el rigor conceptual”. Es decir, aquello que no está de acuerdo con una ideología antinatural, respaldada por los lobbies gais, hay que quitarlo de en medio, no se puede decir, y hay que acallar a quienes dicen lo que se ha dicho siempre, lo que dice la Iglesia Católica, y todas las personas sensatas.

Lo que defendemos –siguen diciendo estos supuestos científicos- es que no se permita la publicación de textos ofensivos que transmiten una ideología anti-feminista, homófoba y transfóbica empleando para ello un medio sostenido con fondos públicos para la divulgación y la transferencia de conocimiento científico. Por lo tanto pedimos la retirada del número monográfico de Arbor que nunca debería haber auspiciado una institución como el CSIC, ya que sus autoras disponen de otros medios y foros más adecuados para la publicación de este tipo de textos”. O sea, lo que no nos gusta no es científico.

De esta manera se mueven los que plantean modos de pensar antinaturales. Por la presión, por la fuerza de los medios, por el dinero de los lobbies, para obligar a pensar como ellos. Seguramente son los mismos que, hace tiempo, se quejaron del dogmatismo de la Iglesia, y ahora nos imponen el totalitarismo de lo antinatural. 


 
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