Los hijos que Dios quiera

Orar por los hijos.
Orar por los hijos.

Parece una fórmula definitiva y sin discusión, pero la verdad es que hay que dar muchas vueltas a ese concepto, aparentemente ideal, recurrente en ciertos ambientes y rechazado en general. Hoy en día no se plantea casi nadie que es lo que Dios quiere. Asegurar que “tendremos los hijos que Dios quiera” es algo poco apropiado para la mayoría de los matrimonios. Incluso pensando, a veces, entre matrimonios cristianos. La cuestión es: los padres son responsables de la educación de los hijos y, por lo tanto, tienen que “calcular” lo que es posible, para el bien de ellos.

Es un equilibrio bastante complicado. Pero, en todo caso, al decir “los que Dios quiera” no queremos decir necesariamente que esas familias deben tener todos los que vengan con una relación matrimonial normal y sin interrupciones. Lo que Dios quiere, en algunos casos, es que haya un tiempo de relación calculada entre los cónyuges para evitar, durante un tiempo o definitivamente, tener más hijos por razones bien pensadas. Razones meditadas, o sea, pidiendo a Dios, en la oración, luz suficiente para tomar ese tipo de decisiones. 

La paternidad responsable es una actitud difícil, que exige una consideración responsable de lo que es más conveniente para los hijos, para la salud de los cónyuges, para la situación económica, a veces un tanto justa, etc. No es una cuestión fácil. Pero no podemos caer en la comodidad de no tener más que dos o tres, para vivir con más tranquilidad. 

Con frecuencia echa para atrás la economía, pero luego podemos comprobar que algunas familias tienen un nivel de gasto muy alto, en la casa, en viajes veraniegos, los caprichos, etc. Ahí es donde habría que dar vueltas a “lo que Dios quiera”. Estamos ante una tensión que puede solucionarse con un arranque de generosidad. Podemos tener más hijos aunque sea con un nivel económico inferior. Y, luego, resulta que ha sido mejor para todos, porque un nivel alto de gasto tantas veces puede ser perjudicial para los hijos. 

Al final es: ¿prefiero tener hijos, una familia numerosa, o prefiero comodidades y lujos? No podemos juzgar a esos amigos cercanos que tienen dos hijos, ni al vecino que tiene tres. Ellos sabrán, las circunstancias pueden ser muy variopintas. Por eso la clave es: los que Dios quiera. Hay que llevarlo a la oración. Sopesarlo en presencia de Dios. Hablar con detenimiento entre marido y mujer. 

La sociedad se va empobreciendo porque hay matrimonios que deciden esperar algunos años para tener hijos - ¿por la comodidad de vivir con cierto lujo? -. Hay matrimonios que han decido tener la parejita, y ya. Y luego encontramos tantas parejas que no llegan a casarse, tantos matrimonios que se rompen a la mínima de cambio. Así está, en gran medida, la sociedad occidental, envejeciendo por momentos, en gran medida porque muchos matrimonios están bastante lejos de Dios. 

Es indudable que no podemos juzgar a nadie, porque los motivos por los que no hay más hijos pueden ser múltiples y no tienen por qué explicarnos. Pero sí es importante que cada matrimonio bien constituido y con deseos de vivir en cristiano se planteen “lo que Dios quiera”. Sabiendo que luego viene la responsabilidad de la educación, que hay que acostumbrar a los hijos a no tener caprichos, etc. Que los padres tienen que estar algún tiempo cadaa día con los hijos, dedicarles tiempo y ayudándoles según la edad. Que la vida de piedad depende de papá y mamá. O sea, lo que Dios quiera.

 
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