Eutanasia
Desde tiempo inmemorial, en los países civilizados, ha existido un empeño social, refrendado por el Estado y con el esfuerzo de organizaciones públicas o privadas, de asistencia para cuidar la salud de las personas. Se ha dedicado mucho dinero, casi siempre público, por curar a los enfermos. También de enfermedades mentales, porque hay locuras pasajeras, momentos delicados en la vida de algunas personas, que necesitan de alguien que les mantenga el sentido sagrado de la existencia. Y se han salvado muchas vidas que habrían desaparecido por un momento de desesperación.
Ahora el Estado aprueba, y da la impresión de que casi fomenta, que el que lo desee pida la muerte. Y puede haber un adolescente que por un desengaño amoroso se encuentre hundido en la miseria a quien se le ocurra buscar la muerte. En ese momento no quiere otra cosa que desaparecer, porque un chaval o una niña, sin experiencia, sin capacidad para una reflexión seria, puede buscar que le quiten la vida. Cualquier persona de su entorno cercano que se diera cuenta pondría los medios, casi siempre decisivos, para que ese muchacho reflexione. Y nunca más se le ocurrirá semejante cosa, y podríamos encontrarnos con el tiempo con un hombre valiosísimo, con una estupenda familia, con un trabajo excelente, que quizá, años después, se acuerde de que estuvo a punto de pedir la eutanasia, por una tontería de aquel momento.
Siempre, en todos los países civilizados, se ha cuidado de la vida de las personas, también de la salud mental. Y si alguien, en un momento de locura, mostraba deseos de morir, se le ayudaba para hacer una reflexión adecuada. Ahora, en cambio, se aprueba y se aplaude la eutanasia y se facilitan los medios para que quien quiera pueda pedir la muerte. Es el derecho a elegir, y no hay nada más que hablar.
Es una manifestación más del deterioro social al que se llega cuando no hay ningún sentido trascendente, cuando se olvida que luego hay otra vida y hay que prepararse para ella.
El colmo es que se presente como uno de los derechos de la persona en la campaña electoral. La primera propuesta del partido socialista en su vídeo electoral es la posibilidad de elegir la eutanasia. Lo primero que se ofrece. Alguien podría pensar que se aprueba la eutanasia porque hay casos de enfermos que sufren mucho y entonces podría parecer lógico ayudarle a quitarse la vida. Esto es manifiestamente inmoral, contrario al sentido de la vida que ha estado presente en todas las civilizaciones durante siglos y siglos.
Pero que además lo sugieran como la primera máxima de una campaña electoral nos hace pensar que hay gente que ha perdido totalmente la cabeza. Que se plantee como un derecho, una elección, como quien piensa donde irá en las vacaciones de verano. Solo que en este caso, en el vídeo de campaña ante las elecciones, es lo primero que se propone. ¡Oye, que eres libre para elegir! Puede elegir lo que quieras. Y, por si no se te hubiera ocurrido, que sepas que eres libre de quitarte la vida. A ver a quien se le va a ocurrir sustraerte de esa posibilidad si es lo que te apetece.
Este es el nivel moral de nuestra sociedad y, quizá, lo más triste es que haya tantas personas a quien les parezca lo más correcto. Es de suponer que si a un partido político se le ocurre semejante barbaridad es porque calcula que habrá muchos votantes a quienes les parezca lo más correcto. Mira que si somos libres somos libres, y si quiero quitarme la vida que el Estado me facilite los medios. Yo soy quien elijo, a mí que no vengan con monsergas. Así estamos en este país.