“No conozco varón”. El Papa humilde

Me sorprende la cantidad de personas que han opinado sobre esto sin haber abierto el libro, porque si hubieran leído una página hubieran ido a esta en litigio. Seguramente se han vendido muchos ejemplares, es un regalo seguro, pero no sé cuántos lo han leído. Yo lo recomiendo vivamente.

El Papa Ratzinger, erudito como pocos, que siempre tiene una respuesta perfectamente estudiada para los asuntos más peliagudos de la Sagrada Escritura, en este libro se muestra como el teólogo humilde que reconoce no tener solución para un detalle de máxima importancia. Que María pregunte ¿"cómo se hará esto si no conozco varón"? cuando dice el mismo texto de San Lucas que está prometida con José, es algo que no se puede entender.

Conviene advertir, por si cupieran equívocos, que el Papa no duda sobre la decisión de virginidad de María. Precisamente lo que complica el asunto es esa decisión. El problema es cómo se compagina con estar prometida. La solución de San Agustín ha sido mantenida por una tradición casi unánime a través de los siglos. También por Juan Pablo II que en la Audiencia general del 21 de agosto de 1996 decía: "José y María, precisamente en vista de su contribución al misterio de la Encarnación del Verbo, recibieron la gracia de vivir juntos el carisma de la virginidad y el don del matrimonio. La comunión de amor virginal de María y José, aun constituyendo un caso especialísimo, vinculado a la realización concreta del misterio de la Encarnación, sin embargo fue un verdadero matrimonio".

Este es el sentir de la Iglesia durante siglos. Que María quería ser virgen está claro, porque lo dice. María es virgen antes, en y después del parto, y ser virgen no es una cuestión fáctica, supone una decisión. ¿Y cómo se arreglan las cosas? Dios es providente y tiene soluciones para que dos personas que amaban el don recibido del celibato se conocieran y decidieran contraer matrimonio para salvaguardar su entrega total a Dios.

Lo que ocurre es que los exégetas modernos –a quienes cita el Papa- son tan sabios que en su concepción de la historia, tan perfectamente elaborada, no les cabe la mano poderosa de Dios, que hace algo tan sorprendente como enviarnos a su Hijo para que sea hombre como nosotros, y que arregla los pormenores como le parece más conveniente. La excesiva racionalización de los argumentos puede hacer olvidar que Dios es Señor de la Historia.

acabrero@VILLANUEVA.EDU

 
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