Iglesia de Santiago y San Juan Bautista en Madrid (II)

Cúpula Central de la Iglesia de Santiago y San Juan Bautista de Madrid.
Cúpula Central de la Iglesia de Santiago y San Juan Bautista de Madrid.

Si nos centramos en la iglesia de Santiago, el edificio se encontraba en ruinas desde 1804. Su antigüedad y reformas lo habían desfigurado. Veremos ahora como el arquitecto Juan Antonio Cuervo se encargó de reparar la iglesia.

Destacaremos el desplome de la nave principal y de algunas columnas, así como el arqueamiento de todo el exterior. Tras la contención provisional de la fachada, al poco tiempo se hundió la nave central y otra lateral.

Ante tal situación, el arquitecto mayor, Juan de Villanueva, ordenó que toda la iglesia se demoliera y se volviera a reedificar. Se buscaba lograr espacios y avenidas más amplios, imitando otras ciudades de Europa, ensanchando así ciertas calles como la de Santa Clara por donde solía pasar el coche de los monarcas.

La única solución de reedificación fue la propuesta de Juan de Villanueva, que implicaba suprimir el convento de Santa Clara, demoler la iglesia de San Juan (pasando sus bienes y parroquialidad a la iglesia de Santiago) y ensanchar las calles.

Inmediatamente comenzó su reconstrucción. El 24 de abril de 1806 el visitador eclesiástico de Madrid remitió los dibujos trazados por el arquitecto Juan Antonio Cuervo a la Real Academia de Bellas Artes de Madrid para su aprobación y censura. Es decir, la comisión aprobó el proyecto en lo referente a la planta interior de la iglesia, pero no en relación con la salida del templo, pues Cuervo había colocado la puerta principal dando al lateral de la calle de Santiago y la Academia pensaba que había de dar a la plaza de Santiago, tal como actualmente se encuentra. Un mes después el arquitecto presentó tres nuevos diseños atendiendo a dichos requerimientos, y fueron aprobados.

Momentáneamente, tanto el proyecto de Villanueva como el de Cuervo quedaron paralizados, pero con la subida al trono de José I el 6 de junio de 1808, las intervenciones se reanudaron. El proyecto de Villanueva que reordenaba la actual plaza de Oriente y alrededores afectó también a la iglesia de Santiago.  Se demolieron la parroquia de San Juan, el convento de Santa Clara y se remodelaron las calles y plazas adyacentes ocupadas tal y como informó Mesonero Romanos por un “antiquísimo, elevado y apiñado caserío”.

Plano de Juan López. Entorno de la Plaza de Oriente en el plano de Juan López. 1812.
Plano de Juan López. Entorno de la Plaza de Oriente en el plano de Juan López. 1812.

Fue en 1811 en plena Guerra de la Independencia cuando comenzó la reconstrucción de la iglesia de Santiago. Se hizo el correspondiente encargo al arquitecto municipal de la zona Juan Antonio Cuervo, quien muestra el plano de la iglesia en el conocido retrato que Goya le pintara en 1819.

Antonio Cuervo (Arquitecto Iglesia).
Antonio Cuervo (Arquitecto Iglesia).

Juan Antonio Cuervo (1757-1834), estuvo muy relacionado profesionalmente con Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva. Llegó a dirigir la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1814 y consiguió gran prestigio en Madrid, donde tuvo una amplia trayectoria y ejecutó bastantes obras, no sólo de edificios religiosos, sino también muchos edificios de viviendas con el característico estilo fernandino, de fachadas muy planas y balcones sencillos distribuidos con gran orden y simplicidad

Aunque las obras encargadas a Cuervo se iniciaron en 1811, el templo se consagró solemnemente en 1817 por Luis de Borbón, cardenal arzobispo de Toledo, tal como se indica en la inscripción de mármol que se conserva a la entrada de la sacristía del templo.

 

El 13 de febrero de 1837 fue velado en su cripta el cuerpo de Mariano José de Larra a donde fue trasladado, por influencia del ministro de Gracia y Justicia José Landero Corchado, desde su casa en la vecina Calle de Santa Clara. Debido a la conocida circunstancia de su muerte, se hizo la excepción de velarlo en el templo al argumentar que la cripta no era suelo sagrado.

Planta centralizada 

Hagamos ahora algunas consideraciones acerca de la planta centralizada en la historia y en esta iglesia que es la que nos ocupa.

Según los autores E. Carazo y J.M. Otxotorena en su libro “Arquitecturas centralizadas”: “La forma centralizada remite, sin duda, a una especie de arquetipo permanente o invariante de la misma arquitectura como oficio y disciplina artística, apareciendo de uno u otro modo en prácticamente todas sus edades y expresiones; pero es en el marco de las evoluciones del denominado [lenguaje clásico] donde a la larga se demuestra objeto de un interés explicito: de una atención expresa y monográfica, de una especie de dedicación especial”.

Según Pewsner, en la iglesia centralizada, el sentido religioso de la iglesia ha sido reemplazado por otro humano. Los arquitectos crearon este tipo para “eternizar el presente”. El hombre ya no va a la iglesia procurando llegar a una meta trascendente, sino que disfruta de la belleza que le rodea y de la gloriosa sensación de ser el centro de esa belleza.

Sin embargo, según los autores del libro citado más arriba, la naturaleza del tema de la planta central en su vinculación casi exclusiva a los usos religiosos añade una dificultad al problema formal de esta planta; a saber, la axialidad característica de los templos católicos. Dificultad que se deriva de las claras exigencias funcionales de los espacios destinados al despliegue de la liturgia cristiana.

Podíamos decir que, aunque predomina el uso religioso de la planta centralizada, Pewsner acierta al señalar la experiencia espacial extática del usuario como fenómeno absoluto.

Podemos intuir, dado el contexto histórico y religioso del momento,  que para no evidenciar un vacío iconográfico propio de la Reforma Protestante, se tomó la decisión de decorar el templo con pinturas, tanto murales como lienzos, esculturas e imágenes de vestir, etc., que dieran un carácter más “católico” a ese espacio.

En nuestro caso, Cuervo es fiel al clasicismo antiguo histórico, marcando nítidamente las líneas de definición y límite del espacio, desplegándose todo un muestrario museístico pictórico, que, aunque fiel también al neoclasicismo decorativo, despista de la percepción geométrica de la envolvente citada anteriormente.

Aunque el templo se nos presenta con una estructura arquitectónica regular (básicamente con una planta centralizada de cruz griega con cúpula semiesférica sin tambor en el crucero y coronada por una alta linterna), la necesidad de adaptar la planta del edificio general a la irregularidad del solar sobre el que se desarrolla, provoca algunos desajustes compositivos, disponiéndose un ábside que alarga sensiblemente la cabecera en ese sentido, mientras que se acorta en los pies.

Pasamos ahora del plano horizontal y desarrollo de la planta según sus ejes, a la dimensión vertical del espacio y su simbolismo:

Los brazos se cubren con bóveda de cañón, el ábside con bóveda de horno y el crucero con cúpula de media naranja sobre pechinas, rematada con una linterna poligonal de doce caras.

La luz, tanto la que proviene de la linterna como la que entra por la fachada principal, aparece como natural, pero confiriendo al escenario un valor irreal; supera la idea de referencia, de estabilidad como forma de ir más allá de las apariencias y el equilibrio.

La cúpula representa el cielo, en tanto que Las partes inferiores constituyen la zona terrestre. Cuanto más alta se coloca una imagen en el marco arquitectónico, más sagrada se la estima. La luz divina emanaba de la cúpula celestial y se derramaba por el espacio centralizado de abajo.

Hay una búsqueda de desmaterialización e interioridad, es decir, de espacio espiritualizado. El creyente que entraba en la iglesia experimentaba la sensación de entrar en el cielo.

El “axis mundi” vertical no corresponde, por lo general, con el centro espiritual de la iglesia: el altar. Evidentemente se quería diferenciar la verdad cristiana del orden cósmico general, concretado en la cúpula. Su forma estática descansa eternamente en sí misma y su eje vertical unifica las profundidades de la tierra con el zenit del cielo.

Iglesia de Santiago. Planta de la Iglesia.
Iglesia de Santiago. Planta de la Iglesia.

Andrés Iraizoz García (arquitecto)

Antonio Iraizoz García (arquitecto)

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