¿Quién eres, ángel mío?
“¿Cómo es mi relación con este ángel que el Señor ha enviado para custodiarme y acompañarme en el camino, y que ve siempre el Rostro del Padre que está en los cielos?” Así nos interpelaba el Papa Francisco en una homilía durante la fiesta de los ángeles de la guarda.
¿Qué representa mi ángel custodio para mí? ¿Forma parte de cierto folclore o de recuerdos lejanos de infancia? ¿Es mi bombero personal en el cual sólo pienso cuando surge un peligro inmediato? ¿Es un compañero de cada día, un amigo íntimo que camina conmigo, según lo describía el Padre Pío al redactar la bella oración «Oh mi Ángel de la guarda»?
“Por el amor de Dios, no te olvides de este compañero invisible, siempre presente, siempre dispuesto a escucharnos y listo para consolarnos. ¡Oh deliciosa intimidad!, ¡Oh deliciosa compañía! ¡Si tan sólo pudiéramos comprenderlo! Mantenlo siempre presente en el ojo de tu mente. A menudo recuerda la presencia de este ángel, dale las gracias, órale a él, siempre mantén la buena compañía.” (Padre Pío)
Como guía espiritual, nuestro ángel es el custodio de nuestra vida... ¡eterna! Tiene el cargo de cuidar de nuestra alma. Por eso siempre está dispuesto a guiarnos, a aconsejarnos, a hacernos sentir cuando un acto o una decisión no es lo que sirve al Cielo. Entonces no dudemos en tomarnos un momento de respiración entre dos tareas, antes de una toma de decisiones o de un encuentro delicado, y en invocar a nuestro ángel de la guarda.
Como mensajero celestial, nuestro ángel lleva a Dios nuestras oraciones y acciones. Invitémoslo más frecuentemente en nuestras oraciones cotidianas. Cada día, tomémonos tiempo para agradecerle su fidelidad y confiarle nuestras intenciones de oración; las depositará ante el Señor como entrega rápida.
Como compañero de eternidad, nuestro ángel guardián es un precioso regalo del Padre para cada uno de nosotros. El Señor nos encomendó a él desde nuestra concepción en Su corazón. Nuestro ángel custodio lo conoce todo acerca de nosotros. Es nuestro más viejo amigo de la infancia. Nosotros también, ¡aprendamos a conocerlo mejor y a sentir su suave presencia celestial concediéndole un poco de tiempo, por ejemplo, con una novena específica!